viernes, 6 de diciembre de 2013

  CAPITULO 3


Alex lleva todo el día mirando su viejo reloj de pulsera, y cuanto más lo mira, más se agobia. Parece que el tiempo se ha parado y que no avanza, como si quisieran torturarla un poco más. Al fin, un rato después, toca el timbre indicando que ya pueden irse a sus casas. Alex guarda sus cosas y sale todo lo rápido posible, pero de repente se ve tropezándose con Dios sabe qué.

-Apártate chica, estás en el medio 

Le dice de mala manera uno de sus malhumorados compañeros de su clase después de propinarle un empujón, y, tras eso, uno de los chicos que iba con él se para a su lado

-¿Estás bien?

-Si, dentro de lo que cabe… -Contesta ella sin mirarle a la cara apenas-

-Me llamo Josh

-Yo soy Alex –Y, por un momento, comparte sonrisa con alguien-

-Voy en el mismo autobús que tú, podríamos ir juntos si quieres –Alex se lo piensa durante unos segundos, pero las palabras del chico le han parecido confortables y por un momento ya no se siente tan rara-

-Claro, por qué no

Ya no queda nadie en clase, ambos se sonríen y salen juntos de esta, donde se encuentran con un grupo de alumnos.

-¿Josh? ¿Qué haces con esa pringada? –Pregunta el del empujón, del que no sabe su nombre pero tampoco le interesa-

-¿Esta? –Señala a Alex- Yo qué sé, creo que se piensa que puede acoplarse al primero que ve –Todos se ríen y ella solo piensa en que le trague la tierra-

-Pero… ¡Josh! –Grita ella confusa, perdida, sin saber si las palabras anteriores que habían compartido eran sinceras-

-Cierra la boca niña, que se te cae la baba –Balbucea un muchacho que hasta ahora, no le había visto. Josh solo la mira con pena y arrepentimiento. Alex se pone en marcha al autobús, intentando aparentar que nada de eso le afecta, pero no se pueden hacer milagros-


Llega a casa y ve el coche de su padre aparcado en la entrada. Normalmente la gente que lo pasa mal en el colegio o instituto se alivia al llegar a casa encontrándose en su entorno, pero no era el caso de Alex, ella estaba mal en casa y fuera de ella, cuánto sufrimiento se podía ver en su rostro... Se queda un rato mirando la puerta, debería dar media vuelta e irse al fin del mundo, buscarse un lugar para ella y vivir de un modo medianamente normal. Qué locura, piensa, e introduce las llaves en la cerradura haciéndolas girar. Entra pero no dice nada, solo sube a su cuarto, que no está solo, a dejar su mochila.

-Oh, hola Señor Moore, no sabía que estaba aquí

-Hola Alex, solo quitaba un poco el polvo de la mesilla, pero ya me voy no se preocupe

-No por favor, quédese, me vendrá bien algo de compañía –Y es que Alex, no sabe cómo, pero se siente bien al lado de ese señor,  lo que no sabe, es lo que él aportará en su vida- ¿Sabe esos días en los que sientes que todo va mal y que nunca verás la luz? Es como, como si olvidase qué es la felicidad. Uno no puede ser feliz sin amor, y si yo no tengo madre, ni amigas, ni familiares, ¿cómo se supone que voy a ser feliz?

-Venga conmigo, le prepararé algo que hará que sus preocupaciones y su malestar se esfume aunque sea por segundos.

Ambos bajan, él se dirige a la cocina mientras ella persigue sus pasos. Es un hombre muy misterioso pero le transmite confianza y tranquilidad, aunque aún se traten de usted.

-¿Quiere ayudarme señorita?

-Por supuesto, dígame qué hacer

-Sáqueme una taza de ese mueble, la que más le guste

Se dirige al pequeño armario, que está algo apartado de donde suelen estar los muebles habituales en la cocina y lo abre con cuidado ya que parece viejo y da la sensación de que en cualquier momento sus puertas caerán. Ve infinidades de tazas de mil maneras y colores, fascinada, observa detenidamente y se decanta por una de estampados rojos de corazones. Le recuerda a una solapa de sus muchos libros favoritos.

-¿Esta está bien?

-Fabulosa. Echaré leche hasta la mitad de la taza, observe, así. Ahora algunas cucharadas de cacao completamente original y lo calentaré medio minuto, mientras espero, sacaré otros ingredientes completamente secretos, así que ahora debo continuar solo, ¿puede salir de la cocina por favor?

-Oh, em… Claro, por supuesto, avíseme cuando deba entrar

A Alex todo esto le parece extraño, pero sale de la cocina confiando plenamente en los actos del Señor Moore. Decide esperarle en el jardín pero al salir, se encuentra a su padre hablando con una mujerzuela riendo como una rata. Es rubia teñida, se le notan mucho las raíces, lleva un abrigo de piel y uno tacones elegantes. Intenta parecer refinada pero a Alex le parece una completa maruja. Les observa ocultándose un poco, ella agarra el brazo de él y siguen una especie de tonteo raro. Ella se da cuenta de que la adolescente está siendo testigo de todo, y entonces mira hacia otro lado, disimulando, su padre se gira y la ve, ¿es hora de ir rezando?

-Alex, hija, acércate quiero presentarte a alguien

-No gracias aquí estoy bien –Grita un poco para ser escuchada con claridad-

-Vamos, no seas tímida, ven aquí

-A veces dudo que seas mi padre porque no me conoces en absoluto, no soy tímida, lo que no quiero es acercarme a gente que no me interesa en absoluto –La señora rubia de bote se queda un poco pasmada, pero, ¿y qué?-

-Que vengas he dicho  -La expresión de la cara de su padre no le gusta nada y se acerca desganada- Mira, ella es Mila, Mila esta es mi hija, Alex-

-Encantada Alex, qué guapa eres –Pronuncia ella con una sonrisa que deja mostrar sus dientes algo manchados del carmín de sus labios-

-Hola –Contesta Alex mirando hacia otro lado- ¿Quién es papá, otra de tus víctimas? –Ahora si, Alex sonríe y Mila le mira extrañada-

-Adolescentes, a veces no se sabe que quieren decir, es una compañera del trabajo cariño –Y ríe hipócritamente para quitarle tensión y credibilidad al asunto, Alex calla lo que tenía pensado decir al oír que el Señor Moore dice su nombre-

-Tengo que irme, una pena eh… -Se despide con ironía y entra en la cocina-


-Tenga, le vendrá bien –Ella se sienta en la silla y observa el contenido de la taza, tiene buen aspecto, y mejor será cuando lo haya bebido-