viernes, 25 de abril de 2014

 CAPÍTULO  14


Horas después de que su novio saliese acompañado por su hermana a la universidad, la soledad que abunda en la casa empieza a ahogar a Alex. Nada que estudiar, nada que limpiar… ¿Qué hacer en ocasiones así? Su móvil, que vibra, da la respuesta.


Hola Alex, soy Josh... Quería decirte que te echo de menos, pero no me atrevo. Así que prefiero decirte que tengo cosas que contarte, y poner como excusa que debe ser en persona. ¿Te convence? Estaré en el Starbucks situado a dos manzanas de mi casa. En media hora. Tú decides… 


Su corazón late a mil, quizás porque recuerda, y siendo sinceros, hay recuerdos que mejor guardar bajo llave, en una caja fuerte, y poner el código con los ojos cerrados para no poder abrirla nunca más. ¡Será imbécil! Después de todo lo que le hizo no puede pedirle algo así. ¿Recuerda los buenos momentos y contesta o recuerda los malos y lo deja estar? Su madre decía que hay que escuchar al corazón, que siempre te dirá lo que debes hacer. Bien, su corazón ya ha hablado. Coge su bolso y sale de casa, deseando sentir el dulce sabor de un frapuccino.

Con una ligera dificultad consigue dar con el dichoso establecimiento, ha pasado la media hora, solo espera que no se haya marchado. Y está en lo cierto, le encuentra en una de las mesas más alejadas del local. Se acerca a él, nerviosa, enlazando sus manos. ¿Es cosa suya o está mucho más guapo? Sí, claro que sí, ahora es más interesante.

-Que no se pierda la bonita costumbre de llegar diez minutos tarde.

-¿Aún lo recuerdas?

-Cosas que no se olvidan.

-¿Cómo que has decidido quedar aquí? Delante de tanta gente, digo.

-Zas, vienes con fuerzas. Pero mejor eso que no haber venido. Siéntate. –Obedece, y su nombre suena al poco rato para que recoja su deliciosa bebida-

-Bueno, dime, ¿a qué venía tanto misterio? –Da un sorbo de esa gran pajita verde para que su acompañante conteste, pero no obtiene lo esperado- ¿Qué tienes que decirme?

-Que no podemos estar tanto tiempo sin vernos. Déjame hablar, no me interrumpas, ensayé estas palabras incluso con sus comas y no quiero interrupciones. Aunque creas que lo improvisado siempre sale mejor, te conozco. Y sí, esto también está estudiado. Como puedes observar, he cambiado. No solo me refiero al físico, sino a lo interior. Quizás tú hayas sido el motivo, o quizás haya sido yo. Pero normalmente los cambios siempre vienen bien. He dejado de juntarme con esa panda de inútiles. Dios Alex, tenías razón, no son más que un par de pringados. Ahora me encuentro un poco más solo, pero un poco nada más. Y me gusta, me gusta sentir que soy una persona humilde, pero me gustaría más que lo comprobases con tus propios ojos.

-Josh, yo… Yo soy de las que piensan que una persona es como es, y no cambia.

-Sin embargo tú vas de dura, de que no necesitas a nadie, y en el fondo eres como un cristal, que se rompe con un solo roce.

-Y tú qué sabrás.

-Más de lo que crees. ¿Y ese chico? ¿Cómo te va con él?

-Tú también vienes con fuerzas.

-Eso no es válido como respuesta.

-Bien, me va bien.

-No es lo que tu mirada refleja, pero está bien, okay.

-¿Qué se supone que debo decir ahora?

-Absolutamente nada, yo ahora voy a marcharme. Tengo que recoger a mis hermanos de las clases de baloncesto. Comprueba si me echas de menos, si tienes ganas de conocer mi nuevo yo, o mi yo que estaba oculto, y con un simple mensaje me tendrás en esta mesa de este espectacular Starbucks. Tú decides…

Alex observa boquiabierta cómo Josh se larga, lo que no sabe es que no será la última vez que tengan que despedirse. Mira la hora y los pensamientos se alejan. Sale rápido del local, bebiéndose el frapuccino al mismo ritmo del que camina y así poder llegar a tiempo a la universidad. Su chico está a punto de salir, y seguro que se lleva una sorpresa al verla allí, esperándole para volver juntos a casa. Y no se equivoca, una buena sorpresa va a llevarse, pero no será el único…


Con un poco de trabajo consigue respirar, no está acostumbrada a caminar tan rápido, siempre va despacio, mirando lo que le rodea, apreciando pequeños detalles de los que nadie se da cuenta. Está en medio de la puerta principal de la universidad de su chico. Su chico, suena bien, muy bien. Verle a lo lejos le hace sonreír, y que le salgan algunas mariposas en el estómago, está deseando ver la cara que pone cuando vea que ella está allí, pero pronto se dará cuenta de que su expresión no es la que esperaba. Decide acercarse poco a poco, temiendo que no la vea y pase de largo sin querer, que sería lo más probable.

-¡Adrià! ¡Adrià! –Corre hacia él agitando su mano derecha en el aire, captando su atención y la del grupito de chicas con las que va. Llega a su lado y se inclina hacia sus labios, pero sin conseguir el beso que quería, porque él se aparta-

-¿Qué haces aquí?

-Quería… Quería darte una sorpresa.

-Pues no me gustan las sorpresas.

-Adrià… ¿Quién es esta niña? –Dice una rubia muy pedante, recalcando ese ‘’niña’’ que tanto molesta a Alex-

-Es… Es… Nos vemos mañana chicas –Y agarrando la mano de su novia, la arrastra hasta la salida-

-¿Se puede saber qué mosca te ha picado?

-¿Se puede saber qué mosca te ha picado a ti? ¿Cómo se te ocurre venir a buscarme?

-Que yo sepa, todavía no cuenta como crimen ir a por tu novio a clases.

-Bueno, pues no lo hagas más.

-¿Y eso por…?

-Porque sí, y ya está.

-Dime otra cosa, ¿por qué no les has dicho a esas chicas quién era?

-Porque eres mi pequeño secreto.



Y, aunque no suene muy convincente, ella se deja besar en los labios, y aunque se sienta plena ahora mismo, también siente ganas de llorar. Adrià vuelve a mirar a un lado y hacia otro, no había nadie de la uni que haya visto esa prueba de amor, ella no lo ha visto, y eso le alivia. Aunque de camino a casa él vaya todo el rato pegado a la cintura de Alex, no han dicho palabra, ella sigue molesta, o más bien preocupada. Ella gritaría a los cuatro vientos quien es el chico que va con ella, echaría a correr hacia él si fuese a recogerla al instituto, sin embargo él… Le mira, sonríe. ¡Qué tonta es! Es muy afortunada de tenerle, y sus imaginaciones son las que se equivocan, él no hace nada malo. Mirada correspondida, sonrisas que salen a la vez, un achuchón en el ascensor y entrada en casa. Todo bien, todo perfecto. ¿O no?..