CAPÍTULO 14
Horas después de que su novio saliese acompañado por su hermana a
la universidad, la soledad que abunda en la casa empieza a ahogar a Alex. Nada que
estudiar, nada que limpiar… ¿Qué hacer en ocasiones así? Su móvil, que vibra,
da la respuesta.
Hola Alex, soy Josh... Quería decirte
que te echo de menos, pero no me atrevo. Así que prefiero decirte que tengo
cosas que contarte, y poner como excusa que debe ser en persona. ¿Te convence?
Estaré en el Starbucks situado a dos manzanas de mi casa. En media hora. Tú
decides…
Su
corazón late a mil, quizás porque recuerda, y siendo sinceros, hay recuerdos
que mejor guardar bajo llave, en una caja fuerte, y poner el código con los
ojos cerrados para no poder abrirla nunca más. ¡Será imbécil! Después de todo
lo que le hizo no puede pedirle algo así. ¿Recuerda los buenos momentos y
contesta o recuerda los malos y lo deja estar? Su madre decía que hay que
escuchar al corazón, que siempre te dirá lo que debes hacer. Bien, su corazón
ya ha hablado. Coge su bolso y sale de casa, deseando sentir el dulce sabor de
un frapuccino.
Con
una ligera dificultad consigue dar con el dichoso establecimiento, ha pasado la
media hora, solo espera que no se haya marchado. Y está en lo cierto, le
encuentra en una de las mesas más alejadas del local. Se acerca a él, nerviosa,
enlazando sus manos. ¿Es cosa suya o está mucho más guapo? Sí, claro que sí,
ahora es más interesante.
-Que
no se pierda la bonita costumbre de llegar diez minutos tarde.
-¿Aún
lo recuerdas?
-Cosas que no se olvidan.
-¿Cómo
que has decidido quedar aquí? Delante de tanta gente, digo.
-Zas,
vienes con fuerzas. Pero mejor eso que no haber venido. Siéntate. –Obedece, y
su nombre suena al poco rato para que recoja su deliciosa bebida-
-Bueno,
dime, ¿a qué venía tanto misterio? –Da un sorbo de esa gran pajita verde para
que su acompañante conteste, pero no obtiene lo esperado- ¿Qué tienes que
decirme?
-Que
no podemos estar tanto tiempo sin vernos. Déjame hablar, no me interrumpas,
ensayé estas palabras incluso con sus comas y no quiero interrupciones. Aunque
creas que lo improvisado siempre sale mejor, te conozco. Y sí, esto también
está estudiado. Como puedes observar, he cambiado. No solo me refiero al
físico, sino a lo interior. Quizás tú hayas sido el motivo, o quizás haya sido
yo. Pero normalmente los cambios siempre vienen bien. He dejado de juntarme con
esa panda de inútiles. Dios Alex, tenías razón, no son más que un par de
pringados. Ahora me encuentro un poco más solo, pero un poco nada más. Y me
gusta, me gusta sentir que soy una persona humilde, pero me gustaría más que lo
comprobases con tus propios ojos.
-Josh,
yo… Yo soy de las que piensan que una persona es como es, y no cambia.
-Sin
embargo tú vas de dura, de que no necesitas a nadie, y en el fondo eres como un
cristal, que se rompe con un solo roce.
-Y
tú qué sabrás.
-Más
de lo que crees. ¿Y ese chico? ¿Cómo te va con él?
-Tú
también vienes con fuerzas.
-Eso
no es válido como respuesta.
-Bien,
me va bien.
-No
es lo que tu mirada refleja, pero está bien, okay.
-¿Qué
se supone que debo decir ahora?
-Absolutamente
nada, yo ahora voy a marcharme. Tengo que recoger a mis hermanos de las clases
de baloncesto. Comprueba si me echas de menos, si tienes ganas de conocer mi
nuevo yo, o mi yo que estaba oculto, y con un simple mensaje me tendrás en esta
mesa de este espectacular Starbucks. Tú decides…
Alex
observa boquiabierta cómo Josh se larga, lo que no sabe es que no será la
última vez que tengan que despedirse. Mira la hora y los pensamientos se
alejan. Sale rápido del local, bebiéndose el frapuccino al mismo ritmo del que
camina y así poder llegar a tiempo a la universidad. Su chico está a punto de
salir, y seguro que se lleva una sorpresa al verla allí, esperándole para
volver juntos a casa. Y no se equivoca, una buena sorpresa va a llevarse, pero
no será el único…
Con
un poco de trabajo consigue respirar, no está acostumbrada a caminar tan
rápido, siempre va despacio, mirando lo que le rodea, apreciando pequeños
detalles de los que nadie se da cuenta. Está en medio de la puerta principal de
la universidad de su chico. Su chico, suena bien, muy bien. Verle a lo lejos le
hace sonreír, y que le salgan algunas mariposas en el estómago, está deseando
ver la cara que pone cuando vea que ella está allí, pero pronto se dará cuenta
de que su expresión no es la que esperaba. Decide acercarse poco a poco,
temiendo que no la vea y pase de largo sin querer, que sería lo más probable.
-¡Adrià!
¡Adrià! –Corre hacia él agitando su mano derecha en el aire, captando su
atención y la del grupito de chicas con las que va. Llega a su lado y se
inclina hacia sus labios, pero sin conseguir el beso que quería, porque él se
aparta-
-¿Qué
haces aquí?
-Quería…
Quería darte una sorpresa.
-Pues
no me gustan las sorpresas.
-Adrià…
¿Quién es esta niña? –Dice una rubia muy pedante, recalcando ese ‘’niña’’ que
tanto molesta a Alex-
-Es…
Es… Nos vemos mañana chicas –Y agarrando la mano de su novia, la arrastra hasta
la salida-
-¿Se
puede saber qué mosca te ha picado?
-¿Se
puede saber qué mosca te ha picado a ti? ¿Cómo se te ocurre venir a buscarme?
-Que
yo sepa, todavía no cuenta como crimen ir a por tu novio a clases.
-Bueno,
pues no lo hagas más.
-¿Y
eso por…?
-Porque
sí, y ya está.
-Dime
otra cosa, ¿por qué no les has dicho a esas chicas quién era?
-Porque
eres mi pequeño secreto.
Y,
aunque no suene muy convincente, ella se deja besar en los labios, y aunque se
sienta plena ahora mismo, también siente ganas de llorar. Adrià vuelve a mirar
a un lado y hacia otro, no había nadie de la uni que haya visto esa prueba de amor, ella no lo ha visto, y eso le alivia.
Aunque de camino a casa él vaya todo el rato pegado a la cintura de Alex, no
han dicho palabra, ella sigue molesta, o más bien preocupada. Ella gritaría a
los cuatro vientos quien es el chico que va con ella, echaría a correr hacia él
si fuese a recogerla al instituto, sin embargo él… Le mira, sonríe. ¡Qué tonta
es! Es muy afortunada de tenerle, y sus imaginaciones son las que se equivocan,
él no hace nada malo. Mirada correspondida, sonrisas que salen a la vez, un
achuchón en el ascensor y entrada en casa. Todo bien, todo perfecto. ¿O no?..
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