CAPÍTULO 17
Pulsa la tecla de enviar y bloquea su móvil, no quiere saber
nada más, ya no. Abre la puerta de la biblioteca y se ve envuelta en un aroma a
libros nuevos y tranquilidad. Para ser un lugar pequeño, no encuentra a su
novio por ningún lado. Busca primero por las mesas, donde encuentra a
estudiantes que resoplan, que se apartan el flequillo de la cara, que pasan
páginas desesperados o que golpean la mesa con el bolígrafo repetidas veces
mientras intentan memorizar algo que la mayoría dan por imposible. Pero de
entre ellos, de entre todos ellos, ni rastro de Adrià. Busca esta vez entre las
estanterías, por pasillos, pero el resultado sigue siendo el mismo. Igual se ha
marchado a casa, pero ella no va a irse sin preguntar al bibliotecario que en
cierto modo todo lo ve.
-Perdone, ¿ha visto usted a un chico rubio, alto y algo
robusto?
-No, lo siento joven.
-¿De verdad? Se llama Adrià, no sé si le servirá de algo.
-De verdad.
-¿Está usted seguro? –El bibliotecario, que ahora frunce el
ceño, se quita las gafas y mira de nuevo a Alex-
-Jovencita, tengo constancia de todas las personas que
entran y salen de esta estancia durante todo el día, y le puedo asegurar que no
ha entrado ningún chico con esa descripción.
-De acuerdo, muchas gracias de todos modos.
-Suerte con su búsqueda.
-Gracias, creo que la necesitaré.
Lee el mensaje nuevamente y no se lo puede creer. Alex lo
vio, lo vio y se ha llevado una idea equivocada y completamente estúpida.
Mierda, ella no tiene la culpa, no puede echarle algo como eso encima. Apoya su
mano en la frente y resopla, perdido como de costumbre, y sin saber qué hacer.
Quiere contarle la verdad, pero está doscientos por cien seguro de que no se lo
creerá, o ni si quiera le hará caso. Comienza a escribir un detallado mensaje,
pero rápidamente cambia de idea, y es que los mensajes del WhatsApp no están
para resolver problemas, o lo que en este caso es un malentendido. Escucha los
tonos pasar, pero no obtiene respuesta, es más, recibe el rechazo a la llamada.
Opta por pedirle disculpas, un lo siento y un quedemos para hablar que se
quedan en el aire, con un visto, un ‘’en línea’’ por parte de ella que después
dejó paso a su última conexión. Nunca antes le había dolido tanto que lo dejase
como visto. Va de un lado a otro de su habitación sin poder mantener la calma.
Si tenía una mínima posibilidad, la ha perdido, sin oportunidad de recuperarla.
Vuelve a llamar, pero no una vez, sino incontables veces, de tal modo que su
batería baja sin cesar, hasta que pide carga. Último intento, cruza los dedos e
incluso reza, sin ser ni si quiera creyente.
-Olvídame, borra mi número de tu teléfono, haz como si no
existiese.
-No cuelgues, escúchame.
-Ya te he escuchado más de lo que debía, y no me apetece seguir
haciéndolo.
-La he cagado, ¿vale? Pero déjame explicarte, por favor,
tiene una explicación.
-¿O una excusa?
-Alex, por favor, estoy desesperado. No quiero que te
equivoques conmigo.
-Tarde, me equivoqué una vez, y repetí, pero te aseguro que
no por gusto.
-Puedes intentarlo una más.
-Te di otra oportunidad, y la has desaprovechado. Si no
creía en segundas oportunidades, imagina en terceras. Es inútil, no insistas.
-Iba a dejar de llamarte hasta que lo intenté esta última
vez, y gracias a ello, estoy escuchando tu voz. Por favor…
-En cinco minutos te espero en el Starbucks donde nos vimos
el otro día, retrásate y te olvidas de mi para el resto de tu vida.
-Gracias.
Coge las llaves y el móvil con un quince por ciento de
batería y sale de su cuarto, decidido no a salir corriendo, sino a salir
volando.
-Josh, deja de gandulear y ponte a estudiar, tienes los exámenes
finales a la vuelta de la esquina, ¡y más te vale aprobar todo o el verano lo
verás pasar desde la ventana de tu cuarto!
-¡¿Por qué de repente me sueltas todo eso cómo si siguiese
siendo el mismo imbécil de antes?! Estoy harto, sabes que estoy estudiando más
que nunca y aún así me machacas. La que va a ver el verano pasar eres tú, pero
sin mi.
-¿Vas a algún sitio? –Contesta la madre serena, después de
aguantar una desagradable contestación por parte de su hijo. Quizás lo que ella
ha dicho haya sido un tanto insultante para él, pero las palabras que ha
recibido son tan injustas como las que ella ha pronunciado, o incluso peor-
-Al Starbucks, llegaré para la cena.
-El Starbucks puede esperar, ve a tu cuarto inmediatamente y
estudia, estás castigado.
-Mamá, no puedes hacerme esto, es importante.
-Mejor, así aprenderás cómo no debes hablarle a tu madre.
-Mamá, no me jodas, es importante, juro que como me
castigues no te hablo de por vida.
-Podría vivir con ello, total para el modo en el que me
hablas estarías mejor calladito.
-¿CAMBIAR? ¡¿DE QUÉ SIRVE CAMBIAR?! ¡ME VAS A SEGUIR
TRATANDO COMO SI FUERA UN DESHECHO SOCIAL TODA MI VIDA!
-A tu cuarto.
Sentada en la misma mesa donde Josh le sorprendió, vuelve a
repetirle a una de las camareras que no pedirá nada por ahora hasta que no
llegué su acompañante. Mira el reloj y se enfada, han pasado los cinco minutos,
pero espera un poco más, sabe que no le daría tiempo a llegar ni de broma en
ese límite de tiempo. Pasan diez y se levanta. ‘’Lo siento, me han plantado.
Otro día les haré una buena consumición’’ ¿Qué más le da la expresión perpleja
que se le queda a la camarera cuando le cuenta que la han dejado tirada? ¿Qué más
da lo que opine? Abre la puerta con rabia y se va, acelerando el paso. Fue una
estupidez darle una segunda oportunidad, fue una estupidez cogerle el teléfono,
¡fue una estupidez quedar con él!