lunes, 22 de septiembre de 2014

CAPITULO 24

Vuelve a sentarse en la cama tan incrédula como se levantó. Mira a sus amigos aún asombrada y termina de tumbarse. Se siente cansada, pero no quiere quedarse sola. La joven enfermera entra en la oscura habitación para medicar de nuevo a Alex.

-¿Te encuentras mejor?

-Sí, gracias. ¿Cuándo van a dejarme ir?

-Seguramente mañana, pero debes tener paciencia. Y por cierto chicos, se hace tarde y Alex tiene que descansar.

-Pero no pueden irse ahora.

-Mañana os veréis de nuevo, venga venga, cinco minutos para que os despidáis y os quiero fuera eh.

Todos empiezan a abrazar a Alex y llenarla de besos, excepto Adrià, que apenas ha dicho palabra desde que llegaron. Oriol sale y Cris le sigue, es Marcos quien se queda parado aún frente a Alex.

-Marcos. –Le dice su amiga en un tono casi inaudible.- Es mejor que les dejemos solos.

-Pero…

-Vamos.

Cris tira de su brazo y le hace salir junto a Oriol, aunque ambos preferirían estar junto a su amiga saben que su momento ya ha pasado, por ahora. Dentro, Adrià abraza a su chica diciendo que la echará de menos y besa sus labios con la manera más dulce posible.

-Será duro dormir esta noche sin ti, y más en este sitio.

-Ya lo has hecho una noche, una segunda vez  no te será tan difícil.

-No tiene gracia. Parece que a ti no te afecta. Claro, estás acostumbrado a pasar las noches por ahí.

-¿A qué viene esto?

-Tú sabrás a que viene, Adrià.

-Solo quería quitarle hierro al asunto.

-Le has quitado demasiado.

-Hasta mañana.

-Hasta mañana.

Se dan un beso corto donde apenas sus labios consiguen rozarse. Alex gira la cara y el sonido de la puerta le hace cerrar los ojos, sabiendo que debe controlar sus lágrimas y dejarlas dentro por una vez. Por suerte, antes de que se dé cuenta estará amaneciendo y podrá salir de esa cueva conocida como hospital. 


El sol irrumpe bastantes horas después en la habitación, pero no es lo que despierta a Alex. La chica abre los ojos debido a que las enfermeras han empezado a servir el desayuno. A medio centímetro de su cara encuentra unos ojos color café que consiguen que la chica dé un respingo.

-Perdón, no quería asustarte querida, solo comprobaba si estabas dormida.

-Bueno, ahora es obvio que sí. ¿Qué hora es?

-Las ocho menos diez. ¡Hora de prepararse para un buen día!

¿Buen día? ¿A las ocho de la mañana? ¿En un hospital? Alex piensa que esa enfermera debe de tener un chute interesante de positivismo porque no acaba de entender su felicidad. Pero eso se lo guarda para ella, no quiere parecer grosera, bastante han hecho ya por ella. La mujer de verde le sirve el desayuno a Esteban, que parece que para él sí que va a ser un día divertido.

-Buenos días, Esteban. –La enfermera se va y Alex se acerca a acariciar el pelo del pequeño-

-¡Hola, Alex! ¿Has visto las galletas que nos han puesto? ¡Son las más ricas del mundo mundial!

-Pero bueno, a qué se debe tanta felicidad hoy. –Dice Alex entre risas-

-Es que va a venir mi primo a visitarme, y me hace mucha ilusión porque quiero mucho a mi primo. Nos pasamos el día jugando a todo lo que yo quiero.

-Ojalá tuviera un primo así, has tenido mucha suerte eh renacuajo.

Le dedica una sonrisa al niño y entra en el baño a asearse antes de tomarse lo que han traído. Se quita el pijama que olía a medicamentos y se pone el nuevo que le dejaron sobre la mesilla, que esta vez, por suerte, es de su talla. Aunque no se haya despeinado demasiado, pasa sus finos dedos entre sus mechones, colocando a cada uno en su sitio. Se mira de nuevo, tiene un arañazo en la frente y un chichón en la parte de atrás de su cabeza, pero ya apenas le duele. Vuelve a sentarse en esa cama dura y se acerca la bandeja lo suficiente como para no mancharse. Las galletas no saben a nada prácticamente y el café como que no va con ella, pero hace un esfuerzo por ingerir algo de comida y que su estómago no se queje más. Tapa la bandeja y la mira confusa, ¿debe recogerla ella o esperar que se la lleven? No sabe qué hacer en estos casos, pero la madre de Esteban, como madre que es, interpreta su mirada y pone ambas bandejas juntas, dirigiéndole una sonrisa. Alex hace ademán de pronunciar palabra pero la mujer niega con la cabeza. Decide entonces agradecérselo con su mejor sonrisa, y sale hacia el pasillo.

-Bueno, Esteban, ¿y qué haces para divertirte?

-Suelo jugar al veo veo con mamá, pero puedo hacerlo contigo esta vez si quieres, no creo que se enfade.

-Oh, buena idea.

-¿Quién empieza?

-¿Te parece que lo haga yo?

-¡Claro! ¿Pero sabes jugar?

-¡Por supuesto! –Cambia la cama por un sofá y echa el respaldo todo lo que se puede hacia adelante. Un minuto más en esa cama y se hubiese partido en dos- Lo tengo, veo veo.

-¿Qué ves?

-Una cosita.

-¿Y qué cosita es?

-Empieza por la a.

-¡Habitación!

-No, eso es con hache, renacuajo. Prueba otra vez.

-A… A… Jo, no se me ocurre nada. Pido pista.

-De acuerdo, tiene puertas.

-¡Ya sé lo que es! Qué fácil, es… ¡¡Josh!!

-¿Josh?

Alex, extrañada, gira lentamente hacia la puerta siguiendo la mirada de Esteban, y se da cuenta de que lo que había dicho no tenía nada que ver con el juego, sino con la llegada de su primo, que no era ni más ni menos que Josh, su ex compañero de instituto. Esteban hace ademán de levantarse corriendo cuando se da cuenta de que tiene la escayola y no le va a ser tan sencillo. Alex y Josh mantienen el contacto visual, a cada cual más incrédulo, hasta que este último reacciona.

-Dios míos Alex, ¿qué haces aquí? ¿Qué te ha pasado? ¿Estás bien?

Antes de darse cuenta, Josh ya está acariciando la cabeza de Alex suavemente y con dulzura, preocupado, y de repente la abraza. Alex no sabe por qué pero su piel se eriza y sus ojos se emocionan.

-¿Eres… Tú eres su primo?

-Sí, increíble, ¿verdad? 

-Y tanto... Menuda casualidad.

-Yo no estoy tan seguro de que sea casualidad.

-¿Os conocéis?

-¡Primito! Estás tan grande que no te había reconocido, creí que me había equivocado de habitación. ¿Cómo va esa pierna?

-¡Muy bien! Puedes firmármela si quieres que no me molesta.

-Dame un boli y te hago una obra de arte en un momento. –Mientras Josh pinta y el niño ríe ante los dibujos, la madre entra con un vaso entre las manos-

-Siento haber tardado Alex, aproveché para bajar a la cafetería.

-No se preocupe, ha sido un placer. Tiene un hijo increíble. Bueno, yo os dejo en familia. Me salgo un ratito al pasillo a ver qué ambiente hay, ¡pasadlo bien!

Alex se levanta intentando aparentar tranquilidad aunque toda ella sea nerviosismo puro y se dirige a la puerta, pero una voz la detiene.


-¡Espera! Te acompaño Alex, hay cosas que quiero hablar contigo.

viernes, 12 de septiembre de 2014

CAPÍTULO  23

Horas después, un fuerte olor a medicina despierta a Alex, que cree estar soñando. No sabe con exactitud donde se encuentra, pero puede imaginarlo. Está encerrada en cuatro paredes blancas, (más de lo normal), con muchos aparatos médicos de los cuales la mayoría no sabe su función. Busca su móvil, un teléfono, algún reloj, algo que le dé respuestas, pero le duele mucho la cabeza y abandona la búsqueda con rapidez. La puerta está entreabierta y pasan mujeres vestidas de verde tan deprisa que parece que corren, o mejor, vuelan. Deben ser enfermeras, algunas gritan pidiendo paciencia, otras se quejan de falta de personal… Hasta que una de ellas repara por casualidad en Alex y pone cara de asombro, o sorpresa, no es capaz de distinguirlo bien.  Tan veloz como sus pies le permiten andar, entra en la fría sala y pone una mano en la frente de la joven.

-Hola, bonita. ¿Cómo te encuentras?

-Confusa, dolorida, perdida, ¿qué ha pasado?

-Te desmayaste en la puerta del Starbucks, una de las trabajadoras te vio a través de las vidrieras y llamó rápidamente a urgencias. Fue muy amable al no separarse de ti hasta que llegamos.

-¿Me desmayé? ¿Por qué?

-Consideramos que fue un ataque de ansiedad, junto a estrés quizás, que llevó a provocarte tal mareo. Aún estamos haciéndote pruebas para saber con exactitud qué te ha ocurrido. Tu función ahora es descansar.

-Pero debo irme, tan solo me duele un poco la cabeza, mis amigos estarán preocupados al ver que no llego a comer.

-¿Comer? Cielo, son casi las ocho de la tarde.

-¿Tantas horas llevo aquí?

-Un día, ha sido toda una sorpresa que despertaras, estábamos debatiendo la posibilidad de que hubieras entrado en coma.

-¿Por un desmayo?

-O por el golpe en la cabeza. Pero basta de preguntas, te traeré algo para el dolor y tú descansa. Tu padre llegará en breves, le avisamos en cuanto le localizamos hace un par de horas.

-¿Has dicho que mi padre viene hacia aquí? No, no puede verme.

-Tiene que hacerlo, no puedes quedarte sola todo el tiempo.

-Escúchame, mi padre no debe encontrarme, tienes que evitarlo. –La enfermera, que mira con atónita expresión pensando que debe ser efecto del golpe, hace ademán de irse, pero Alex agarra su brazo impidiéndolo- Por favor, haga lo que sea, mi padre es un maltratador e intenta abusar de mi sexualmente. Me escapé de casa y está buscándome para rematar la faena que había empezado. Si me encuentra, será mi fin, porque no se conformará con darme un par de guantadas. -No sabe como  ni porque ha soltado eso, y con esa manera tan directa, pero en los casos desesperados se acuden a soluciones desesperadas.-

-Tranquila, en ese caso vamos a cambiarte de habitación y haremos algo para conseguir que tu padre se vaya.

-No va a conformarse tan fácilmente, le habéis dado una pista de donde podría estar y no parará hasta comprobarlo por sí mismo.

-De acuerdo, te prepararemos entonces una habitación en la planta infantil, allí le será más difícil entrar. Avisaré a todo el personal  y no permitiremos que te hagan daño. ¡Matilda! –Otra mujer, algo más robusta y  mayor, entra en la habitación y sonríe al ver a Alex despierta- Necesito que te quedes con ella, no te vayas de su lado hasta que yo vuelva. Es importante. Alex, prepárate para subir, vendré con un celador lo antes posible. Tus pertenencias están en el armario, no te pasará nada, pon a Matilda al corriente de todo esto.

Alex, nerviosa pero sobretodo asustada, le explica la situación a la otra enfermera, que escucha con atención manteniendo la calma mientras recoge las cosas del pequeño armario metálico, aunque hay poca cosa. Se siente mejor al soltar todo eso a unas mujeres como ellas, pero no está segura de haber hecho lo correcto. Apenas termina llega la chica que antes había estado con ella junto a dos hombres. Uno bajito y regordete, con un bigote que le tapa casi todo el labio superior, y el otro algo más alto pero bastante fuerte también. Agarra su bolso, la chaqueta y el móvil con fuerza entre sus brazos y los celadores la llevan con rapidez por el pasillo. Apenas puede ver lo que ocurre a su alrededor porque está todo borroso a causa de la velocidad que llevan. De hecho, ve a las enfermeras correr a su lado, mirando a derecha, izquierda, frente y atrás por precaución. Entran en el ascensor y cuando se detiene, sale primero Matilda, que mira el pasillo por lo visto aislado y luego da vía libre para salir. Lo primero que ve Alex son dibujitos de conejos y animales varios animando la planta. El celador baja la velocidad y puede notar el alivio en las caras de las enfermeras. Algunos niños que están por ahí paseando miran extrañados a una chica mayor pasando por un sitio solo reservado para niños más pequeños, pero se alivian al ver que les dedica un par de sonrisas. Se dirigen hasta el final, habitación 103, y entran los cinco. Colocan la cama, echan el freno y se fija en que tiene un compañero de habitación bastante entrañable, y eso no sabe porque, pero le hace sentir mejor.

-Puedes estar tranquila, aquí no va a pasarte nada. Matilda se quedará en la planta y los celadores cerca de tu puerta para más seguridad. –el móvil de la enfermera suena, que lo coge sulfurada y con las manos algo temblorosas. Seguro que pocas veces se han visto en una situación como aquella- Si, si, de acuerdo… Ella ya ha sido trasladada a la planta de infantiles… Ajá, mantenme informada… Sí, gracias, gracias, chao. -Tras medio minuto de silencio, la enfermera de nombre desconocido coge aire- Tu padre está en recepción, aún no ha entrado pero está preguntando por ti. Viene acompañado por un anciano, ¿es tu abuelo?

-No, es su sirviente, pero para mí como si lo fuera. De hecho es un alivio que venga con él, no permitiría que me hiciese daño.

-Cualquier dato es bueno. Le están reteniendo y dudo que pueda pasar, y si lo hace, no va a encontrarte. No pienses en ello, piensa que estás a salvo, ¿de acuerdo?

-¿Que no lo piense? Lo siento, pero no es fácil. No lo es, de hecho estoy muy nerviosa, me duele el pecho y tengo mucho miedo.  –La enfermera se sienta junto a ella y acaricia su pelo. Hacía tiempo que nadie le daba mimos de esa forma. Desde que su madre…-

-Cielo, es un hospital, no vamos a dejarte sola en ningún momento, no te pasará nada, tienes que confiar en mí. Además, supuestamente es una sorpresa pero tu móvil no dejaba de sonar y pensando que era un familiar lo cogimos. Tus amigos, Oriol y Adrià creo recordar, iban a venir a verte, pero les hemos hecho retrasarse por si tu padre les reconocía. Entonces si que estaríamos perdidos.

-¿Se han acordado de mí?

-Mujer, ¡estaban asustadísimos!

-Mi padre no les conoce, así que no hay de qué preocuparse…

-Genial, les llamaremos para que se pasen cuando quieran, tú cálmate. Si necesitas algo, pulsas el botón y vendremos.

-O puede decírmelo a mí y yo se lo comunico a algún enfermero. –la mujer que acompaña al pequeño, el cual le resulta familiar, le dirige una mirada compasiva que a Alex no le hace mucha gracia. No quiere dar pena, pero agradece el gesto-

-Gracias señora, muy amable por su parte. Nosotros nos vamos, Alex, pero estaremos cerca. Hasta luego.

-Mamá, ¿qué le pasa a esa niña? –Alex sonríe ante el intento de susurro del niño, y le mira con disimulo para que no se de cuenta de que le ha oído-

-¡Esteban! No seas tan cotilla.

-No se preocupe señora. Tan solo tengo dolor de cabeza, pero los médicos son muy pesados y quieren asegurarse de que se me pasará. ¿A ti que te duele?

-Mira, -el niño se destapa y enseña su pierna vendada, orgulloso de tener una historia que contar- me han tenido que operar de la rodilla, pero no te asustes que no me duele ni nada, soy muy valiente, eso dice mi mamá.

-Wow, sí que lo eres, yo no podría estar tan tranquila como tú.

-No me has dicho cómo te llamas, y si no lo sé no voy a poder hablar contigo porque no tengo que hablar con desconocidos. –A Alex se le escapa una carcajada, pero vuelve a ponerse seria cuando ve que al pequeño no le hace la misma gracia que a ella.-

-Oh claro, pues me llamo Alex, encantada.

-¿Alex? Pero si eso es nombre de chico…

-Sí, pero yo me llamo Alejandra, solo que como no me gusta en absoluto prefiero que me llamen Alex. Mi madre no tuvo muy buen gusto al ponerme nombre.

-Me gusta más Alex. Hola Alex.

-Hola Esteban.


El resto de la noche pasa con calma y sin alteraciones. Excepto la cena, que Alex ha conseguido llevarse algo a la boca por suerte. Apenas ha estado en el hospital ingresada, y si lo estuvo era bastante pequeña y no podía recordar el horripilante sabor de dicha comida. Bueno, si a eso se le puede llamar comida... Decide no terminárselo todo y apartar la bandeja de su vista antes de acabar con arcadas de más. Se echa hacía atrás en la cama y cierra los ojos mientras suspira. Habrá dormido durante todo un día pero se encuentra igual de cansada como si no lo hubiera hecho. Cuando empieza a dejar de pensar y quedarse dormida a pesar de no ser muy tarde, unos nudillos golpeando la puerta la despiertan sobresaltada. Su corazón late como no imaginaba que pudiese hacerlo, se siente como cuando era pequeña y tenía pesadillas con monstruos verdaderamente feos que se empeñaban en perseguirla. Ella despertaba jadeante y el sudor corría por su frente. Solo que esta vez prefería la pesadilla antes que lo que le estaba sucediendo. Mira a la madre de su compañero de habitación suplicando ayuda, sin decir palabra la mujer entiende lo que Alex siente y se levanta, pero la puerta se abre antes. Alex suspira aliviada y la madre de Esteban sonríe, sabiendo que todo está en orden. El único perdido en esta historia es el pequeño, al que no le importa mucho porque sigue devorando su insípido muslo de pollo.

-¡Hola cariño! No son horarios de visita pero nos han dicho que eres un caso especial y nos han dejado pasar. Nena, eres VIP hasta en el hospital.

-Oriol, cuánto me alegro de verte. 

-Y yo a ti, y yo a ti. ¿Cómo estás? ¿Qué te han dicho los médicos?

-Deja de taparme, quiero saludar a mi novia, ¿sabes?

-Dios no le soporto ni un minuto más, un día sin ti y casi nos matamos, no vuelvas a hacernos esto.

-Hola Adrià, te he echado muchísimo de menos. No sabes cuánto ansiaba verte…

-Y yo a ti mi niña. –Sin decir nada más se abalanza sobre Alex y le da un beso más largo de lo normal.-

-Por favor que hay niños pequeños delante, dejadlo para otro momento. ¿Te encuentras ya mejor?

-Sí, quiero irme de aquí, pero me temo que seguirán haciéndome pruebas o teniéndome en observación.

-Tú tranquila que seguiremos viniendo a verte a todas horas hasta que te den el alta, pero no seremos los únicos. Tengo una sorpresa que hará que me ames para el resto de tu vida. Aunque eso lo hagas ya pero bueno que no te hago esperar más.

Oriol sale de la habitación y hace un gesto que Alex no sabría decir qué significa o para quien va dirigido, pero sus ojos dejan caer lágrimas tras lágrimas al ver que tras él, aparece por la puerta alguien que jamás habría imaginado. Se levanta de un salto a pesar de sentirse algo débil y corre hacia ella, que también está bañada en lágrimas.

-No, no puede ser. Cris, cariño, ¿cómo? ¿Cómo?

-Calla y abrázame.

Ambas se refugian en los brazos de la otra, se dan besos, vuelven a abrazarse y se miran sin creer que estén frente a frente. Se separan, aunque manteniendo las manos unidas, y Alex repara en otra presencia que la deja algo más pálida de lo que ya estaba. Marcos observa la escena también conmocionado, pero sabe controlar las lágrimas y permanecen en sus ojos cristalinos. Ha crecido un poco desde la última vez que le vio, pero apenas ha cambiado, sigue tan… Guapo como siempre.

-Alex. –Marcos pronuncia su nombre casi en un susurro, con más melancolía de lo que a ella le habría gustado.- Me alegro tanto de verte…

-Yo… Yo también Marcos. –Se acerca poco a poco a Alex, ya que ella casi no puede avanzar un paso más-

-He estado muy preocupado por ti, perdí tu número y… Estás aquí, estamos aquí.

-Sí, increíble pero cierto.


Quizás hay algo de tensión en el ambiente, por la mirada de Adrià, o por la historia que ellos guardan. Alex se muere por darle un abrazo, porque aparte de haber sido el chico que más le ha marcado por dentro, le considera su mejor amigo. Algo difícil pero así lo cree. Y lo hace, le abraza, con fuerzas, esas que pensaba que había perdido. Y es que hay veces que necesitas de tus amigos para encontrarte contigo misma. Marcos rodea con fuerza su cintura y se sumerge en su pelo. No olvida el olor a melocotón que desprende, pero se da cuenta de que es mejor olerlo que imaginarlo. Se separan y se miran de cerca, pudiendo verse reflejados uno en la mirada del otro.

jueves, 11 de septiembre de 2014

CAPÍTULO  22

La noche, o lo que queda de ella, pasa tranquila. El cielo se va aclarando dejando paso a un madrugador y somnoliento sol, cuyos rayos se cuelan por la ventana de una joven confundida. Algo resacosa, abre los ojos con dificultad, que se le quedan pegados por el rímel hecho grumos. Descubre a un novio perdido, como ella, pero en su caso no es culpa del alcohol. Con cuidado, se sienta sobre la pequeña cama y se aparta el pelo de la cara. Coge el albornoz rosa coral y se da una ducha caliente que dura más minutos de lo normal. Al salir se siente como nueva, se envuelve en el suave terciopelo y vuelve a su cuarto a acurrucarse sobre su chico, que sigue durmiendo como si la vida alrededor no siguiera su curso. Las gotas resbalan de su pelo y caen sobre el brazo de Adrià, que despierta sonriendo.

-Huele a melocotón.

-Buenos días, marmota.

-Igual si me lamo el brazo no solo lo huelo, también lo saboreo. –Alex baja la mirada y se da cuenta de que le está empapando-

-¡Perdón!

-Mientras lo arregles con un beso  no tienes de qué preocuparte.

La chica le planta un beso de esos de película, un sabor a menta y a recién levantado. Se abrazan, se sienten, se quieren.

-Voy a hacer el desayuno, ¿qué te apetece?

-Sorpréndeme.

Llega a la cocina, donde tiene compañía, una compañía que parece alegrarle verla por allí.

-¿Estás mejor?

-Sí, pero creo que no volveré a salir contigo por ahí, apenas me acuerdo de lo que hice anoche.

-Muchas locuras, pero nada grave, lo importante es que hayas descansado.

-Locuras y nada grave no pueden ir en la misma frase.

-¿Un poco de zumo?

-Sí, gracias.

-¿Qué tal con Adrià?

-Pues… Bien, ¿a qué viene eso?

-Nada, por si notas algo raro.

-¿Lo notas tú?

-He preguntado primero.

-De acuerdo. Igual… No, simplemente estudia para los finales, apenas le queda una semana y debe esforzarse al máximo. Aunque… No, es eso.

-¿Tú crees?

-Oriol –Alex deja el vaso de zumo sonoramente sobre la mesa y suspira- ¿Qué sabes?

-Seguro seguro, nada. Intuiciones… Más de las que me gustaría.

-Vale pues uno: ya me estás contando qué pasa y dos: te voy a matar por no decir lo que piensas antes.

-¡Nena! Que no me lo iba a llevar a la tumba, de hecho es tu culpa, te lo iba a decir anoche, pero ibas en un estado…

-Okay, de acuerdo, da igual, tú limítate a contar. –Cierra la puerta de la cocina y se sientan uno frente al otro, ella con el vaso de zumo medio vacío dando vueltas en sus manos, y él mirando fijamente sus ojos-

-Un par de noches. Han sido un par de noches en las que mi insomnio atacó de nuevo y le vi llegando demasiado tarde a casa. Vale que haya bibliotecas que han extendido su horario por estas fechas, pero te aseguro que no están abiertas hasta las cinco y media de la mañana.

-¿¡Cinco y media?!

-Chsssss. Sí, cinco y media, con un aspecto horrible y muchas ganas de que yo mantuviera la boca cerrada. –los ojos de Alex se iluminan, ella siempre se pone en lo peor, y no puede evitar pensar lo que piensa. Oriol, como amigo que es, lo nota y agarra sus manos.- Igual es tontería, pero es que yo no me fio de ese chico, tiene algo que me hace desconfiar.

-Estaba estudiando, y nada más, Oriol, ¡nada más! –Suelta las manos de su amigo y las mete unidas entre sus rodillas, nerviosa.-

-Alex, no hago acusaciones hasta estar casi seguro, y si te lo digo es por tu bien. Tan solo observa, ¿no te das cuenta de que lo que no quiero es que te hagan daño?

-Cierto, lo siento, pero es que…

-¿Por qué no quiere llevarte a su universidad? ¿Por qué no quiere ir a sitios donde hay gente? ¿Por qué hay días que está tan ausente?

-Yo…

-Alex, espabila.

-No quiero volver a tener otro golpe de sufrimiento. Llevo mucho encima, una cosa de estas y…

-Cariño, estoy contigo, y no voy a dejarte so…

-¿Cómo va ese desayuno?

-Perdona, me he puesto a hablar con Oriol y se me ha ido el santo al cielo.

-¿Qué pasa? ¿El chico no tiene manos para comer solito?

-Y por lo visto tu amigo no tiene pelos en la lengua.

 -Basta. Los dos. Mejor bajo a por churros y así me da el aire.

-Espera, voy contigo.

-No, Adriá, quiero ir sola.

-Pero si no me cuesta nada acompañarte tonta.

-¡He dicho que no! ¡Sigue con tus importantes asuntos y déjame en paz!

-¿Se puede saber que mosca le ha picado?

-Mira, por lo menos te has dado cuenta de que le pasa algo. ¿Será por el portazo que ha dado al salir? Oh, quizás ha sido que te ha gritado. Bravo, asombroso.

-Tú sabes algo, ¿verdad?

-Más de lo que crees.

-Como te hayas ido de la lengua…

-No tengo tiempo para tus juegos de niños, voy a hacer como que estoy ocupado con cosas importantes y me voy a ir.



Pasa por delante de la churrería pero se lo piensa mejor, si su novio quiere desayunar que se lo prepare él.  Sigue su camino hacia ninguna parte mientras su cabeza no para de dar vueltas.  Igual la teoría de Oriol encaja, aunque en realidad no hay una teoría clara. Le dijo que no quería que fuera a su universidad para pasar desapercibido, pero no entiende como pudo tragarse semejante tontería. Las llegadas a las tantas, las quedadas a solas y su móvil que suena e interrumpe. Es Adrià, cuelga, y sigue sintiéndose como una profesional haciendo una investigación, pero no se convence de que algo malo pase en su relación. Llega al Starbucks donde tenía la idea de tomarse un descanso, ¿de qué? De sí misma, pero le recuerda demasiado a Josh y no se siente cómoda. Ya no sabe nada de él, cosa que ella creía que necesitaba, pero algo dentro le remueve. ¿Tan difícil es hacer entender a los demás de que está enamorada y eso no va a cambiar? Podía haberla dejado en paz desde un principio, o por lo menos no haberla hecho sufrir más. Nota que su cuerpo se debilita y se apoya en la fachada de la cafetería. La muerte de su madre, líos amorosos, un maltratador como padre, una huída de casa, del instituto, separación de sus amigas. ¿No es demasiado como para que una adolescente lo soporte? La falta de aire le dice que sí, que es demasiado, que necesita desconectar, y se desmaya.