CAPITULO 24
Vuelve a sentarse en la cama tan incrédula como se levantó.
Mira a sus amigos aún asombrada y termina de tumbarse. Se siente cansada, pero
no quiere quedarse sola. La joven enfermera entra en la oscura habitación para
medicar de nuevo a Alex.
-¿Te encuentras mejor?
-Sí, gracias. ¿Cuándo van a dejarme ir?
-Seguramente mañana, pero debes tener paciencia. Y por
cierto chicos, se hace tarde y Alex tiene que descansar.
-Pero no pueden irse ahora.
-Mañana os veréis de nuevo, venga venga, cinco minutos para
que os despidáis y os quiero fuera eh.
Todos empiezan a abrazar a Alex y llenarla de besos, excepto
Adrià, que apenas ha dicho palabra desde que llegaron. Oriol sale y Cris le
sigue, es Marcos quien se queda parado aún frente a Alex.
-Marcos. –Le dice su amiga en un tono casi inaudible.- Es
mejor que les dejemos solos.
-Pero…
-Vamos.
Cris tira de su brazo y le hace salir junto a Oriol, aunque
ambos preferirían estar junto a su amiga saben que su momento ya ha pasado, por
ahora. Dentro, Adrià abraza a su chica diciendo que la echará de menos y besa
sus labios con la manera más dulce posible.
-Será duro dormir esta noche sin ti, y más en este sitio.
-Ya lo has hecho una noche, una segunda vez no te será tan difícil.
-No tiene gracia. Parece que a ti no te afecta. Claro, estás
acostumbrado a pasar las noches por ahí.
-¿A qué viene esto?
-Tú sabrás a que viene, Adrià.
-Solo quería quitarle hierro al asunto.
-Le has quitado demasiado.
-Hasta mañana.
-Hasta mañana.
Se dan un beso corto donde apenas sus labios consiguen
rozarse. Alex gira la cara y el sonido de la puerta le hace cerrar los ojos,
sabiendo que debe controlar sus lágrimas y dejarlas dentro por una vez. Por
suerte, antes de que se dé cuenta estará amaneciendo y podrá salir de esa cueva
conocida como hospital.
El sol irrumpe bastantes horas después en la habitación,
pero no es lo que despierta a Alex. La chica abre los ojos debido a que las
enfermeras han empezado a servir el desayuno. A medio centímetro de su cara
encuentra unos ojos color café que consiguen que la chica dé un respingo.
-Perdón, no quería asustarte querida, solo comprobaba si
estabas dormida.
-Bueno, ahora es obvio que sí. ¿Qué hora es?
-Las ocho menos diez. ¡Hora de prepararse para un buen día!
¿Buen día? ¿A las ocho de la mañana? ¿En un hospital? Alex
piensa que esa enfermera debe de tener un chute interesante de positivismo
porque no acaba de entender su felicidad. Pero eso se lo guarda para ella, no quiere
parecer grosera, bastante han hecho ya por ella. La mujer de verde le sirve el
desayuno a Esteban, que parece que para él sí que va a ser un día divertido.
-Buenos días, Esteban. –La enfermera se va y Alex se acerca
a acariciar el pelo del pequeño-
-¡Hola, Alex! ¿Has visto las galletas que nos han puesto?
¡Son las más ricas del mundo mundial!
-Pero bueno, a qué se debe tanta felicidad hoy. –Dice Alex
entre risas-
-Es que va a venir mi primo a visitarme, y me hace mucha
ilusión porque quiero mucho a mi primo. Nos pasamos el día jugando a todo lo
que yo quiero.
-Ojalá tuviera un primo así, has tenido mucha suerte eh
renacuajo.
Le dedica una sonrisa al niño y entra en el baño a asearse
antes de tomarse lo que han traído. Se quita el pijama que olía a medicamentos
y se pone el nuevo que le dejaron sobre la mesilla, que esta vez, por suerte,
es de su talla. Aunque no se haya despeinado demasiado, pasa sus finos dedos
entre sus mechones, colocando a cada uno en su sitio. Se mira de nuevo, tiene
un arañazo en la frente y un chichón en la parte de atrás de su cabeza, pero ya
apenas le duele. Vuelve a sentarse en esa cama dura y se acerca la bandeja lo
suficiente como para no mancharse. Las galletas no saben a nada prácticamente y
el café como que no va con ella, pero hace un esfuerzo por ingerir algo de
comida y que su estómago no se queje más. Tapa la bandeja y la mira confusa,
¿debe recogerla ella o esperar que se la lleven? No sabe qué hacer en estos
casos, pero la madre de Esteban, como madre que es, interpreta su mirada y pone
ambas bandejas juntas, dirigiéndole una sonrisa. Alex hace ademán de pronunciar
palabra pero la mujer niega con la cabeza. Decide entonces agradecérselo con su
mejor sonrisa, y sale hacia el pasillo.
-Bueno, Esteban, ¿y qué haces para divertirte?
-Suelo jugar al veo veo con mamá, pero puedo hacerlo contigo
esta vez si quieres, no creo que se enfade.
-Oh, buena idea.
-¿Quién empieza?
-¿Te parece que lo haga yo?
-¡Claro! ¿Pero sabes jugar?
-¡Por supuesto! –Cambia la cama por un sofá y echa el respaldo
todo lo que se puede hacia adelante. Un minuto más en esa cama y se hubiese
partido en dos- Lo tengo, veo veo.
-¿Qué ves?
-Una cosita.
-¿Y qué cosita es?
-Empieza por la a.
-¡Habitación!
-No, eso es con hache, renacuajo. Prueba otra vez.
-A… A… Jo, no se me ocurre nada. Pido pista.
-De acuerdo, tiene puertas.
-¡Ya sé lo que es! Qué fácil, es… ¡¡Josh!!
-¿Josh?
Alex, extrañada, gira lentamente hacia la puerta siguiendo
la mirada de Esteban, y se da cuenta de que lo que había dicho no tenía nada
que ver con el juego, sino con la llegada de su primo, que no era ni más ni
menos que Josh, su ex compañero de instituto. Esteban hace ademán de levantarse
corriendo cuando se da cuenta de que tiene la escayola y no le va a ser tan
sencillo. Alex y Josh mantienen el contacto visual, a cada cual más incrédulo,
hasta que este último reacciona.
-Dios míos Alex, ¿qué haces aquí? ¿Qué te ha pasado? ¿Estás
bien?
Antes de darse cuenta, Josh ya está acariciando la cabeza de
Alex suavemente y con dulzura, preocupado, y de repente la abraza. Alex no sabe
por qué pero su piel se eriza y sus ojos se emocionan.
-¿Eres… Tú eres su primo?
-Sí, increíble, ¿verdad?
-Y tanto... Menuda casualidad.
-Yo no estoy tan seguro de que sea casualidad.
-¿Os conocéis?
-¡Primito! Estás tan grande que no te había reconocido, creí
que me había equivocado de habitación. ¿Cómo va esa pierna?
-¡Muy bien! Puedes firmármela si quieres que no me molesta.
-Dame un boli y te hago una obra de arte en un momento. –Mientras
Josh pinta y el niño ríe ante los dibujos, la madre entra con un vaso entre las
manos-
-Siento haber tardado Alex, aproveché para bajar a la
cafetería.
-No se preocupe, ha sido un placer. Tiene un hijo increíble.
Bueno, yo os dejo en familia. Me salgo un ratito al pasillo a ver qué ambiente
hay, ¡pasadlo bien!
Alex se levanta intentando aparentar tranquilidad aunque
toda ella sea nerviosismo puro y se dirige a la puerta, pero una voz la
detiene.
-¡Espera! Te acompaño Alex, hay cosas que quiero hablar
contigo.