CAPÍTULO 23
Horas después, un fuerte olor a medicina despierta a Alex,
que cree estar soñando. No sabe con exactitud donde se encuentra, pero puede
imaginarlo. Está encerrada en cuatro paredes blancas, (más de lo normal), con
muchos aparatos médicos de los cuales la mayoría no sabe su función. Busca su
móvil, un teléfono, algún reloj, algo que le dé respuestas, pero le duele mucho
la cabeza y abandona la búsqueda con rapidez. La puerta está entreabierta y
pasan mujeres vestidas de verde tan deprisa que parece que corren, o mejor,
vuelan. Deben ser enfermeras, algunas gritan pidiendo paciencia, otras se
quejan de falta de personal… Hasta que una de ellas repara por casualidad en Alex y pone cara de asombro, o sorpresa, no es capaz de
distinguirlo bien. Tan veloz como sus
pies le permiten andar, entra en la fría sala y pone una mano en la frente de la
joven.
-Hola, bonita. ¿Cómo te encuentras?
-Confusa, dolorida, perdida, ¿qué ha pasado?
-Te desmayaste en la puerta del Starbucks, una de las
trabajadoras te vio a través de las vidrieras y llamó rápidamente a urgencias.
Fue muy amable al no separarse de ti hasta que llegamos.
-¿Me desmayé? ¿Por qué?
-Consideramos que fue un ataque de ansiedad, junto a estrés
quizás, que llevó a provocarte tal mareo. Aún estamos haciéndote pruebas para
saber con exactitud qué te ha ocurrido. Tu función ahora es descansar.
-Pero debo irme, tan solo me duele un poco la cabeza, mis
amigos estarán preocupados al ver que no llego a comer.
-¿Comer? Cielo, son casi las ocho de la tarde.
-¿Tantas horas llevo aquí?
-Un día, ha sido toda una sorpresa que despertaras,
estábamos debatiendo la posibilidad de que hubieras entrado en coma.
-¿Por un desmayo?
-O por el golpe en la cabeza. Pero basta de preguntas, te
traeré algo para el dolor y tú descansa. Tu padre llegará en breves, le
avisamos en cuanto le localizamos hace un par de horas.
-¿Has dicho que mi padre viene hacia aquí? No, no puede
verme.
-Tiene que hacerlo, no puedes quedarte sola todo el tiempo.
-Escúchame, mi padre no debe encontrarme, tienes que
evitarlo. –La enfermera, que mira con atónita expresión pensando que debe ser
efecto del golpe, hace ademán de irse, pero Alex agarra su brazo impidiéndolo-
Por favor, haga lo que sea, mi padre es un maltratador e intenta abusar de mi
sexualmente. Me escapé de casa y está buscándome para rematar la faena que
había empezado. Si me encuentra, será mi fin, porque no se conformará con darme
un par de guantadas. -No sabe como ni porque ha soltado eso, y con esa manera tan directa, pero en los casos desesperados se acuden a soluciones desesperadas.-
-Tranquila, en ese caso vamos a cambiarte de habitación y
haremos algo para conseguir que tu padre se vaya.
-No va a conformarse tan fácilmente, le habéis dado una
pista de donde podría estar y no parará hasta comprobarlo por sí mismo.
-De acuerdo, te prepararemos entonces una habitación en la
planta infantil, allí le será más difícil entrar. Avisaré a todo el personal y no permitiremos que te hagan daño.
¡Matilda! –Otra mujer, algo más robusta y mayor, entra en la habitación y
sonríe al ver a Alex despierta- Necesito que te quedes con ella, no te vayas de
su lado hasta que yo vuelva. Es importante. Alex, prepárate para subir, vendré
con un celador lo antes posible. Tus pertenencias están en el armario, no te
pasará nada, pon a Matilda al corriente de todo esto.
Alex, nerviosa pero sobretodo asustada, le explica la
situación a la otra enfermera, que escucha con atención manteniendo la calma
mientras recoge las cosas del pequeño armario metálico, aunque hay poca cosa.
Se siente mejor al soltar todo eso a unas mujeres como ellas, pero no está
segura de haber hecho lo correcto. Apenas termina llega la chica que antes había
estado con ella junto a dos hombres. Uno bajito y regordete, con un bigote que
le tapa casi todo el labio superior, y el otro algo más alto pero bastante
fuerte también. Agarra su bolso, la chaqueta y el móvil con fuerza entre sus
brazos y los celadores la llevan con rapidez por el pasillo. Apenas puede ver
lo que ocurre a su alrededor porque está todo borroso a causa de la velocidad
que llevan. De hecho, ve a las enfermeras correr a su lado, mirando a derecha,
izquierda, frente y atrás por precaución. Entran en el ascensor y cuando se
detiene, sale primero Matilda, que mira el pasillo por lo visto aislado y luego
da vía libre para salir. Lo primero que ve Alex son dibujitos de conejos y
animales varios animando la planta. El celador baja la velocidad y puede notar
el alivio en las caras de las enfermeras. Algunos niños que están por ahí paseando miran extrañados a una chica mayor pasando por un sitio solo reservado
para niños más pequeños, pero se alivian al ver que les dedica un par de
sonrisas. Se dirigen hasta el final, habitación 103, y entran los cinco.
Colocan la cama, echan el freno y se fija en que tiene un compañero de
habitación bastante entrañable, y eso no sabe porque, pero le hace sentir mejor.
-Puedes estar tranquila, aquí no va a pasarte nada. Matilda
se quedará en la planta y los celadores cerca de tu puerta para más seguridad.
–el móvil de la enfermera suena, que lo coge sulfurada y con las manos algo
temblorosas. Seguro que pocas veces se han visto en una situación como aquella-
Si, si, de acuerdo… Ella ya ha sido trasladada a la planta de infantiles… Ajá,
mantenme informada… Sí, gracias, gracias, chao. -Tras medio minuto de silencio,
la enfermera de nombre desconocido coge aire- Tu padre está en recepción, aún
no ha entrado pero está preguntando por ti. Viene acompañado por un anciano,
¿es tu abuelo?
-No, es su sirviente, pero para mí como si lo fuera. De
hecho es un alivio que venga con él, no permitiría que me hiciese daño.
-Cualquier dato es bueno. Le están reteniendo y dudo que
pueda pasar, y si lo hace, no va a encontrarte. No pienses en ello, piensa que estás a
salvo, ¿de acuerdo?
-¿Que no lo piense? Lo siento, pero no es fácil. No lo es, de hecho estoy muy
nerviosa, me duele el pecho y tengo mucho miedo. –La enfermera se sienta junto a ella y
acaricia su pelo. Hacía tiempo que nadie le daba mimos de esa forma. Desde que
su madre…-
-Cielo, es un hospital, no vamos a dejarte sola en ningún
momento, no te pasará nada, tienes que confiar en mí. Además, supuestamente es
una sorpresa pero tu móvil no dejaba de sonar y pensando que era un familiar lo
cogimos. Tus amigos, Oriol y Adrià creo recordar, iban a venir a verte, pero
les hemos hecho retrasarse por si tu padre les reconocía. Entonces si que
estaríamos perdidos.
-¿Se han acordado de mí?
-Mujer, ¡estaban asustadísimos!
-Mi padre no les conoce, así que no hay de qué preocuparse…
-Genial, les llamaremos para que se pasen cuando quieran, tú
cálmate. Si necesitas algo, pulsas el botón y vendremos.
-O puede decírmelo a mí y yo se lo comunico a algún
enfermero. –la mujer que acompaña al pequeño, el cual le resulta familiar, le
dirige una mirada compasiva que a Alex no le hace mucha gracia. No quiere dar
pena, pero agradece el gesto-
-Gracias señora, muy amable por su parte. Nosotros nos
vamos, Alex, pero estaremos cerca. Hasta luego.
-Mamá, ¿qué le pasa a esa niña? –Alex sonríe ante el intento
de susurro del niño, y le mira con disimulo para que no se de cuenta de que le
ha oído-
-¡Esteban! No seas tan cotilla.
-No se preocupe señora. Tan solo tengo dolor de cabeza, pero
los médicos son muy pesados y quieren asegurarse de que se me pasará. ¿A ti que
te duele?
-Mira, -el niño se destapa y enseña su pierna vendada,
orgulloso de tener una historia que contar- me han tenido que operar de la
rodilla, pero no te asustes que no me duele ni nada, soy muy valiente, eso dice
mi mamá.
-Wow, sí que lo eres, yo no podría estar tan tranquila como
tú.
-No me has dicho cómo te llamas, y si no lo sé no voy a
poder hablar contigo porque no tengo que hablar con desconocidos. –A Alex se le
escapa una carcajada, pero vuelve a ponerse seria cuando ve que al pequeño no
le hace la misma gracia que a ella.-
-Oh claro, pues me llamo Alex, encantada.
-¿Alex? Pero si eso es nombre de chico…
-Sí, pero yo me llamo Alejandra, solo que como no me gusta
en absoluto prefiero que me llamen Alex. Mi madre no tuvo muy buen gusto al
ponerme nombre.
-Me gusta más Alex. Hola Alex.
-Hola Esteban.
El resto de la noche pasa con calma y sin alteraciones.
Excepto la cena, que Alex ha conseguido llevarse algo a la boca por suerte.
Apenas ha estado en el hospital ingresada, y si lo estuvo era bastante pequeña
y no podía recordar el horripilante sabor de dicha comida. Bueno, si a eso se
le puede llamar comida... Decide no terminárselo todo y apartar la bandeja de su
vista antes de acabar con arcadas de más. Se echa hacía atrás en la cama y
cierra los ojos mientras suspira. Habrá dormido durante todo un día pero se
encuentra igual de cansada como si no lo hubiera hecho. Cuando empieza a dejar
de pensar y quedarse dormida a pesar de no ser muy tarde, unos nudillos
golpeando la puerta la despiertan sobresaltada. Su corazón late como no
imaginaba que pudiese hacerlo, se siente como cuando era pequeña y tenía pesadillas con monstruos verdaderamente feos que se empeñaban en perseguirla. Ella despertaba jadeante y el sudor corría por su frente. Solo que esta vez prefería la pesadilla antes que lo que le estaba sucediendo. Mira a la madre de su compañero de habitación
suplicando ayuda, sin decir palabra la mujer entiende lo que Alex siente y se
levanta, pero la puerta se abre antes. Alex suspira aliviada y la madre de
Esteban sonríe, sabiendo que todo está en orden. El único perdido en esta
historia es el pequeño, al que no le importa mucho porque sigue devorando su insípido
muslo de pollo.
-¡Hola cariño! No son horarios de visita pero nos han dicho
que eres un caso especial y nos han dejado pasar. Nena, eres VIP hasta en el
hospital.
-Oriol, cuánto me alegro de verte.
-Y yo a ti, y yo a ti. ¿Cómo estás? ¿Qué te han dicho los
médicos?
-Deja de taparme, quiero saludar a mi novia, ¿sabes?
-Dios no le soporto ni un minuto más, un día sin ti y casi
nos matamos, no vuelvas a hacernos esto.
-Hola Adrià, te he echado muchísimo de menos. No sabes cuánto
ansiaba verte…
-Y yo a ti mi niña. –Sin decir nada más se abalanza sobre
Alex y le da un beso más largo de lo normal.-
-Por favor que hay niños pequeños delante, dejadlo para otro
momento. ¿Te encuentras ya mejor?
-Sí, quiero irme de aquí, pero me temo que seguirán
haciéndome pruebas o teniéndome en observación.
-Tú tranquila que seguiremos viniendo a verte a todas horas hasta que te den el alta,
pero no seremos los únicos. Tengo una sorpresa que hará que me ames para el
resto de tu vida. Aunque eso lo hagas ya pero bueno que no te hago esperar más.
Oriol sale de la habitación y hace un gesto que Alex no
sabría decir qué significa o para quien va dirigido, pero sus ojos dejan caer
lágrimas tras lágrimas al ver que tras él, aparece por la puerta alguien que
jamás habría imaginado. Se levanta de un salto a pesar de sentirse algo débil y
corre hacia ella, que también está bañada en lágrimas.
-No, no puede ser. Cris, cariño, ¿cómo? ¿Cómo?
-Calla y abrázame.
Ambas se refugian en los brazos de la otra, se dan besos,
vuelven a abrazarse y se miran sin creer que estén frente a frente. Se separan,
aunque manteniendo las manos unidas, y Alex repara en otra presencia que la
deja algo más pálida de lo que ya estaba. Marcos observa la escena también
conmocionado, pero sabe controlar las lágrimas y permanecen en sus ojos
cristalinos. Ha crecido un poco desde la última vez que le vio, pero apenas ha
cambiado, sigue tan… Guapo como siempre.
-Alex. –Marcos pronuncia su nombre casi en un susurro, con
más melancolía de lo que a ella le habría gustado.- Me alegro tanto de verte…
-Yo… Yo también Marcos. –Se acerca poco a poco a Alex, ya
que ella casi no puede avanzar un paso más-
-He estado muy preocupado por ti, perdí tu número y… Estás
aquí, estamos aquí.
-Sí, increíble pero cierto.
Quizás hay algo de tensión en el ambiente, por la mirada de
Adrià, o por la historia que ellos guardan. Alex se muere por darle un abrazo,
porque aparte de haber sido el chico que más le ha marcado por dentro, le
considera su mejor amigo. Algo difícil pero así lo cree. Y lo hace, le abraza,
con fuerzas, esas que pensaba que había perdido. Y es que hay veces que
necesitas de tus amigos para encontrarte contigo misma. Marcos rodea con fuerza
su cintura y se sumerge en su pelo. No olvida el olor a melocotón que
desprende, pero se da cuenta de que es mejor olerlo que imaginarlo. Se
separan y se miran de cerca, pudiendo verse reflejados uno en la mirada del
otro.
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