CAPÍTULO 22
La noche, o lo que queda de ella, pasa tranquila. El cielo
se va aclarando dejando paso a un madrugador y somnoliento sol, cuyos rayos se
cuelan por la ventana de una joven confundida. Algo resacosa, abre los ojos con
dificultad, que se le quedan pegados por el rímel hecho grumos. Descubre a un
novio perdido, como ella, pero en su caso no es culpa del alcohol. Con cuidado,
se sienta sobre la pequeña cama y se aparta el pelo de la cara. Coge el
albornoz rosa coral y se da una ducha caliente que dura más minutos de lo
normal. Al salir se siente como nueva, se envuelve en el suave terciopelo y
vuelve a su cuarto a acurrucarse sobre su chico, que sigue durmiendo como si la
vida alrededor no siguiera su curso. Las gotas resbalan de su pelo y caen sobre
el brazo de Adrià, que despierta sonriendo.
-Huele a melocotón.
-Buenos días, marmota.
-Igual si me lamo el brazo no solo lo huelo, también lo
saboreo. –Alex baja la mirada y se da cuenta de que le está empapando-
-¡Perdón!
-Mientras lo arregles con un beso no tienes de qué preocuparte.
La chica le planta un beso de esos de película, un sabor a
menta y a recién levantado. Se abrazan, se sienten, se quieren.
-Voy a hacer el desayuno, ¿qué te apetece?
-Sorpréndeme.
Llega a la cocina, donde tiene compañía, una compañía que
parece alegrarle verla por allí.
-¿Estás mejor?
-Sí, pero creo que no volveré a salir contigo por ahí,
apenas me acuerdo de lo que hice anoche.
-Muchas locuras, pero nada grave, lo importante es que hayas
descansado.
-Locuras y nada grave no pueden ir en la misma frase.
-¿Un poco de zumo?
-Sí, gracias.
-¿Qué tal con Adrià?
-Pues… Bien, ¿a qué viene eso?
-Nada, por si notas algo raro.
-¿Lo notas tú?
-He preguntado primero.
-De acuerdo. Igual… No, simplemente estudia para los
finales, apenas le queda una semana y debe esforzarse al máximo. Aunque… No, es
eso.
-¿Tú crees?
-Oriol –Alex deja el vaso de zumo sonoramente sobre la mesa
y suspira- ¿Qué sabes?
-Seguro seguro, nada. Intuiciones… Más de las que me
gustaría.
-Vale pues uno: ya me estás contando qué pasa y dos: te voy
a matar por no decir lo que piensas antes.
-¡Nena! Que no me lo iba a llevar a la tumba, de hecho es tu
culpa, te lo iba a decir anoche, pero ibas en un estado…
-Okay, de acuerdo, da igual, tú limítate a contar. –Cierra
la puerta de la cocina y se sientan uno frente al otro, ella con el vaso de
zumo medio vacío dando vueltas en sus manos, y él mirando fijamente sus ojos-
-Un par de noches. Han sido un par de noches en las que mi
insomnio atacó de nuevo y le vi llegando demasiado tarde a casa. Vale que haya
bibliotecas que han extendido su horario por estas fechas, pero te aseguro que
no están abiertas hasta las cinco y media de la mañana.
-¿¡Cinco y media?!
-Chsssss. Sí, cinco y media, con un aspecto horrible y muchas
ganas de que yo mantuviera la boca cerrada. –los ojos de Alex se iluminan, ella
siempre se pone en lo peor, y no puede evitar pensar lo que piensa. Oriol, como
amigo que es, lo nota y agarra sus manos.- Igual es tontería, pero es que yo no
me fio de ese chico, tiene algo que me hace desconfiar.
-Estaba estudiando, y nada más, Oriol, ¡nada más! –Suelta
las manos de su amigo y las mete unidas entre sus rodillas, nerviosa.-
-Alex, no hago acusaciones hasta estar casi seguro, y si te
lo digo es por tu bien. Tan solo observa, ¿no te das cuenta de que lo que no
quiero es que te hagan daño?
-Cierto, lo siento, pero es que…
-¿Por qué no quiere llevarte a su universidad? ¿Por qué no
quiere ir a sitios donde hay gente? ¿Por qué hay días que está tan ausente?
-Yo…
-Alex, espabila.
-No quiero volver a tener otro golpe de sufrimiento. Llevo
mucho encima, una cosa de estas y…
-Cariño, estoy contigo, y no voy a dejarte so…
-¿Cómo va ese desayuno?
-Perdona, me he puesto a hablar con Oriol y se me ha ido el
santo al cielo.
-¿Qué pasa? ¿El chico no tiene manos para comer solito?
-Y por lo visto tu amigo no tiene pelos en la lengua.
-Basta. Los dos.
Mejor bajo a por churros y así me da el aire.
-Espera, voy contigo.
-No, Adriá, quiero ir sola.
-Pero si no me cuesta nada acompañarte tonta.
-¡He dicho que no! ¡Sigue con tus importantes asuntos y
déjame en paz!
-¿Se puede saber que mosca le ha picado?
-Mira, por lo menos te has dado cuenta de que le pasa algo.
¿Será por el portazo que ha dado al salir? Oh, quizás ha sido que te ha
gritado. Bravo, asombroso.
-Tú sabes algo, ¿verdad?
-Más de lo que crees.
-Como te hayas ido de la lengua…
-No tengo tiempo para tus juegos de niños, voy a hacer como
que estoy ocupado con cosas importantes y me voy a ir.
Pasa por delante de la churrería pero se lo piensa mejor, si
su novio quiere desayunar que se lo prepare él.
Sigue su camino hacia ninguna parte mientras su cabeza no para de dar
vueltas. Igual la teoría de Oriol
encaja, aunque en realidad no hay una teoría clara. Le dijo que no quería que
fuera a su universidad para pasar desapercibido, pero no entiende como pudo
tragarse semejante tontería. Las llegadas a las tantas, las quedadas a solas y
su móvil que suena e interrumpe. Es Adrià, cuelga, y sigue sintiéndose como una
profesional haciendo una investigación, pero no se convence de que algo malo
pase en su relación. Llega al Starbucks donde tenía la idea de tomarse un
descanso, ¿de qué? De sí misma, pero le recuerda demasiado a Josh y no se
siente cómoda. Ya no sabe nada de él, cosa que ella creía que necesitaba, pero
algo dentro le remueve. ¿Tan difícil es hacer entender a los demás de que está
enamorada y eso no va a cambiar? Podía haberla dejado en paz desde un
principio, o por lo menos no haberla hecho sufrir más. Nota que su cuerpo se
debilita y se apoya en la fachada de la cafetería. La muerte de su madre, líos
amorosos, un maltratador como padre, una huída de casa, del instituto,
separación de sus amigas. ¿No es demasiado como para que una adolescente lo
soporte? La falta de aire le dice que sí, que es demasiado, que necesita
desconectar, y se desmaya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario