viernes, 14 de febrero de 2014

 CAPÍTULO  11


Alex solo puede estar confusa, en ese mismo rincón, en el mismo sucio y oscuro rincón. ¿No irá a…? Solo puede rezar, rezar porque no sea lo que su cabeza imagina. Quiere dar pasos atrás, pero no puede. Quiere derribar todas las paredes que están a su alrededor, necesita huir, correr, irse de allí inmediatamente. La respiración se le corta por momentos, y ojalá se le cortara para siempre. ¿Quién iba a pensar que una chica como ella acabase en una situación así?

                        
                              * * * * * * * * *


-Es una lástima que tengamos que irnos, ¡pero ha sido un cumpleaños brutal!

-Y que lo digas Alex, y más con una compañía tan espectacular.

-¡Que vivan los catorce! –Todos los invitados de la fiesta aplauden y vitorean por última vez. Son casi las doce de la noche y toca irse a casa-

-Ya nos vemos el lunes en clase, que descanses Mar, gracias por todo. ¡Ah! Felicidades de nuevo, nena.

Las amigas se abrazan unas otras, despidiéndose así y poniendo rumbo hacia el sitio contrario. Cris y Alex son las únicas que siguen juntas, pero no por mucho tiempo, llegan al portal y hacen lo que de costumbre. Un fuerte abrazo y un beso, no dos, uno, porque ellas son las mejores amigas del mundo.

-¡Buenas noches, hablamos por WhatsApp! 

-Síiiiii, conéctate. ¡Muack!

Después de lanzarle un beso, Cris sigue su camino y Alex entra en casa. Como rutina de cada día que sale, deja su pequeño bolso en la entradita y se dirige a la cocina a tranquilizar a su madre con su llegada.

-¡Hola, mamá! –La chica observa a su atareada madre- ¿No es tarde para que sigas recogiendo la cocina? Anda… Ya acabo yo si quieres, tú ve al salón con papá, debes estar agotada.

-Tranquila cariño, ya casi está. ¿Cómo lo has pasado en el cumple? ¿Todo bien?

-De maravilla, y le encantó mi regalo. Si vieras su cara…

-Me alegra, hija, pero ya sabes que no me gusta que llegues tan tarde, tan solo tienes trece años.

-Pero estábamos aquí al lado.

-Solo te digo que te lo he permitido porque era una ocasión especial, no te acostumbres. –Su madre muestra una sonrisa dulce y cansada y besa la cabeza de su niña mientras sostiene un trapo verde en la mano- Ahora ve a ver a tu padre, anda. –La niña no rechista y sale disparada hacia el salón. Su padre se encuentra sentado en el sillón grande, como siempre hace, entretenido con la tele. Se sienta para que note su presencia y es entonces cuando se gira hacia ella-

-Hola, papá.

-Hola, pequeña. –Su padre besa la suave frente de Alex y vuelve la mirada al televisor, por tan solo unos segundos.- ¿Qué tal la fiesta?

-¡Genial!

-En unos meses te vemos a ti también con catorce, que mayor te nos haces, ¿eh?

-¡Pero si catorce son poquísimos! Yo quiero tener más, bastantes más. 16, por lo menos.


              * * * * * * * * *

¿Cómo pudo cambiar tanto? ¿Cómo pudo pasar de tenerlo todo a no tener… nada? ¿De vivir con una familia completamente feliz a vivir con un padre que la maltrataba y que había hecho que su madre dejase de vivir? Ahora no piensa en nada, solo quiere volver a esos trece años que tanto ansiaba dejar atrás. Siente la presión de las manos de su padre ejerciendo fuerza sobre sus brazos.

-¡Cuánto antes te estés quieta, antes acabamos!

-Suéltame, por favor, suéltame.

Él hace como si no hubiera oído nada y comienza a desabrocharse el cinturón. Alex, inconsciente de sus actos, se levanta y sale corriendo, pero su padre la agarra antes de que pueda abandonar el cuarto. Alex se resiste y forcejea con su padre, hasta que, de buenas a primeras, le da un rodillazo en la barriga y aprovecha para huir cuando él se agacha, retorciéndose de dolores. Escaleras abajo, deprisa, vamos piernas, corred más rápido, más un poco más. El miedo hace que todo su cuerpo tiemble, aún no sabe cómo se está manteniendo en equilibrio. Puede ver la puerta, acelera un poco más y abandona por completo la casa, pero eso no hace que se detenga. Corre sin saber en qué dirección, sus lágrimas empiezan a caer, hacen borroso su camino, pero no se detiene, cruza pasos de peatones, gira algunas esquinas, y cuando cree que es suficiente se detiene a respirar. Las lágrimas no dejan de manchar sus mejillas, no las detiene, necesita llorar, librarse de toda la presión que siente. Se ahoga, toma aire despacio, y entonces mira a su alrededor. Está en el barrió por el que aquel chico del paraguas la acompañó a casa. Se sienta en la acera, piensa en todo lo sucedido y no puede creérselo, ¿de verdad ha pasado? ¿Es completamente en serio? Cierra los ojos y deja que una ligera brisa roce todo su cuerpo. Respira profundamente, sintiendo sus pulmones llenos, sintiendo la calma. Limpia sus lágrimas aún confundidas, y controla algunas más que estaban por salir. Se levanta despacio y pone rumbo a cualquier parte, a cualquiera menos a una, su casa.




Está muy claro que hoy la ha liado pero bien, de esta Alex no le perdona. Desaprovechó su oportunidad de la manera más tonta e inadecuada que podría haber habido. Desde que habló con ella por WhatsApp no ha dejado de leerla, aunque la verdad no es que hayan acabado muy bien. Se fija, por cuarta o quinta vez, en su última conexión. ¿Qué estará haciendo? ¿Por qué no se conecta? Igual ha salido con un chico, igual su novio. ¿Tendrá novio? Hasta ahora siempre ha creído que no. Se quita esas ideas de la cabeza antes de acabar más desanimado de lo que está. Desbloquea de nuevo el móvil y… ¡Está en línea! ¿Le habla? Había decidido que así sería cuando ella estuviese conectada, pero ahora no se atreve, algo le detiene, ¿qué le pasa? Última conexión:  17:52, vuelve a bloquear el móvil, maldito cobarde.




Guarda el teléfono en su bolsillo vaquero, no ha sido lo suficientemente capaz de mandarle ese mensaje a Josh. No quería rebajarse a pedirle ayuda después de la humillación que había sufrido. Sigue andando hasta que se da cuenta de algo, y sonríe, sonríe mucho. Mira el letrero, claramente es la cafetería donde tomó café con Adrià. Decide entrar, total, tampoco tiene donde ir. Se sienta en la primera mesa que pilla y espera la llegada de la camarera. Oye una risa que le resulta familiar y, por eso, se gira disimuladamente, o al menos así lo cree ella, nunca se le dio bien ser discreta. No puede creerlo, es él. Está viendo al rubio universitario sentado un par de mesas detrás de la suya, pero, algo la descontenta. Ríe a carcajadas con una despampanante rubia, y no le sienta bien. ¿Por qué? No tiene derecho. Intenta volver a su posición, pero no puede, le gustaría ser esa rubia.

-Disculpe, señorita, ¿qué desea tomar? –La camarera hace que Alex reaccione, ella pide exactamente lo mismo que tomó hace no mucho tiempo- En unos minutos estará listo. –Esboza una amplia sonrisa y se va hacia la barra, moviendo la coleta de un lado a otro debido a su rapidez al andar. Ella piensa en girarse de nuevo, pero decide controlarse- Tenga, su pedido, si necesita cualquier otra cosa, dígamelo.

-Sí, claro, ¿puede darme la cuenta?

-La verdad es que esto ya está pagado.

-¿Cómo has dicho?

-Alguien como tú no pasa desapercibida ante mis ojos. –Esa voz que suena en sus espaldas, esa voz que eriza su piel. La camarera ya se ha marchado, lenta y solo lentamente, ella se gira-

-Oh… Adri… Adrià, no te había visto.

-¿Segura? Porque se pilla antes a un mentiroso que a un cojo, ¿lo sabías?

-¿Por qué has tenido que pagar esto? No es justo.

-Encantado de volver a verte yo también, eh.

-¡Contesta!

-Me apetecía. ¿Te ocurre algo? Tienes mala cara. –Alex se sonroja y se tapa-

-Ah, ¿sí?

-Sí, pero no te preocupes, sigues igual de guapa. –Va a explotar, ahora se ha puesto más roja aún, si es posible…-

-No quiero entretenerte más, esa chica debe de estar enfadándose por estar conmigo y no con ella.

-¿Quién? ¿Esa? Está harta de verme por casa.

-Ah, perdón no sabía que vivías con tu…

-Hermana, es mi hermana. Y junto a otro chico, también es mi compañera de piso. Ya sabes, universitarios… Es nuestra cafetería favorita y hemos venido a tomarnos un descanso de los estudios.

-No tienes que darme explicaciones, tú puedes hacer lo que quieras. -Y no, no tenía que darle explicaciones, pero ahora, gracias a su justificación, ella respira aliviada-

-Solo quiero que no te hagas ideas equivocadas. Vente, ven a sentarte con nosotros, le caerás bien.

-No sé si debería.

-Oh, ya claro, es mejor estar sentada sola. -La ironía también se le da bien al chico, que, ante el silencio de Alex, coge su taza y se la lleva, sin decir palabra, sin más-

-¡Ehhhhh! Devuélveme eso.

-Ven aquí a por ello. –Otra vez sonrojada, cómo odia esa situación. La hermana ríe divertida, sin maldad, y quita su bolso de la silla que quedaba libre al ver a Alex dirigirse hacia ellos, para que pueda sentarse- Así me gusta, obedeciendo.

-Todavía puedo largarme. –Contesta ella con cara de pocos amigos, muy pocos amigos-

-No te enfades, quejica. Judit, esta es Alejandra, una amiga.

-Alex, por favor.

-Eso, Alex.

-Ya había oído hablar antes de ti, encantada.

-Igualmente, Judit.

-Tengo que irme, chicos, nos vemos luego en casa Adrià. Portaos bien. ¡Chao!


Y es que la verdad no es que tuviera prisa, sino que Adrià le había suplicado que les dejase solos. ¿Por qué? Aún no lo sabe, aún no lo entiende. Solo cree en las casualidades, ¿o en el destino?

viernes, 7 de febrero de 2014

 CAPÍTULO  10


Un mensaje de WhatsApp hace que deje el batido de chocolate que se estaba tomando sobre la mesa de la cafetería en la que se ha sentado.
                                     
                                                           
                                                                  ¿Dónde estás? ¿Por qué te has ido?


         ¿Qué por qué me he ido? No sé, Josh, quizá el trato que he recibido en el recreo ha tenido algo que ver,  ¿no crees?

                                            
                                                                 Alex… Lo siento, lo siento mucho.

              
                                      Tú no sientes nada, si lo sintieses, ni si quiera habrías hecho algo así.


                                                     Alex, créeme por favor, no volverá a pasar.


Lo siento, Josh, no puedo ser amiga de alguien que me trata de maravilla a escondidas pero que me tira piedras en público.


Guarda el móvil sin obtener respuesta, aunque tampoco la quiere.  Un último sorbo y acaba su delicioso batido, una lástima, estaba riquísimo. Todavía queda una hora para que acaben las clases, pero tiene claro que por hoy no volverá, y de ir mañana también lo está dudando. Cómo echa de menos a su mejor amiga, a sus compañeros de clase, tan alegres, tan amables, tan comprensibles… No sabe qué ha hecho para que la humillen de esa manera en el instituto, solo quiere tener la oportunidad de retomar sus estudios, de retomar su vida. ¿Por qué tan mala suerte? Paga el batido y se va. El viento da de lleno en su cara, despeinando su trabajado pelo. Mierda, no hay cosa que le dé más rabia. Pero todavía hay algo peor, siente que unas gotas caen sobre su frente, desearía que fuese imaginación suya, pero pronto se da cuenta de que está empezando a llover. Genial, y ella sin paraguas y a no se cuanta distancia de casa. Mirándolo por el lado positivo, igual se resfría y tiene excusa para no asistir a clase. Cada vez llueve con más intensidad y hace más viento. Tiene mucho frío y en apenas cinco minutos ya está empapada. Empieza a correr, pero debe detenerse en un paso de peatones, la espera a que el muñequito rojo se tiña de verde se hace eterna, pero por suerte las gotas dejan de caer sobre ella, pero, ¿qué raro? Aún puede ver como sigue lloviendo. Mira hacia su lado y ve a un tipo joven cubriéndola con un paraguas marrón.

-Vas a pillarte un buen catarro. –Dice el chico casi rubio mientras sonríe de una manera muy dulce y sincera-

-No me importaría en absoluto.

-¿Dónde vives?

-¿Perdona? –Contesta ella con asombro, e incluso con un toque ligero de genio, ante la directa pregunta del muchacho-

-No me malinterpretes, es para llevarte, no puedo permitir que te vayas sola y con este temporal, además este barrio no es adecuado para ir sin compañía, ¿lo sabías?

-Tú vas solo…

-Sí, pero soy un chico, y  algo mayor que tú. Por cierto, ¿no deberías estar en clase?

-¿Eres mi padre ahora?

-Para nada, de hecho yo debería estar en la universidad, pero no me apetecía seguir encerrado y me he ido.

-Pues ya somos dos.

-Entonces, ¿puedo acompañarte?

Ella no contesta, solo se encoge de hombros. Mientras hablaban, el semáforo se puso verde, es ahora cuando se dan cuenta y es ahora cuando cruzan. El chico sigue protegiendo su cuerpo de las fuertes gotas de agua, cosa que hace que Alex se extrañe y su acompañante puede llegar a notar.

-Es que, si no contestas, me lo tomo como un sí.

-¿Y cómo sé que no eres una mala persona que quiere hacerme daño?

-Porque si hubiese venido con malas intenciones, habría actuado desde el principio en vez de haberte resguardado de la lluvia. Puedes fiarte de mí, pero solo si quieres.

-Está bien, está bien. Pero no pienses que lo tienes tan fácil.

-Bueno, por ahora no me has echado de tu lado, algo es algo… -Se toma unos segundos para que la atractiva jovencita conteste, pero decide seguir hablando al darse cuenta de que ella no tiene la mínima intención de pronunciar palabra- Dime, ¿cómo te llamas?

-Alex.

-¿Alex?

-Sí, de Alejandra, pero si me llamas por mi nombre completo puedes morir. –La contestación  hace que él ría, divertido-

-Yo me llamo Adrià, encantado.

-Bonito nombre.

-Alejandra también lo es.

-¡Oye te he dicho que…!

Las carcajadas del universitario saca también la sonrisa de Alex, que se siente bien en su compañía.

-¿Quieres tomar algo? Aquí sirven un café exquisito y seguro que te vendría bien.

-Oh no no, hace poco me tomé un batido y, además, ya no me queda dinero.

-¡Pero si pago yo! Venga, te vendrá bien algo calentito.

-Que no, de verdad, estoy bien y… -Un estornudo, tras otro, hacen que Adrià ponga la mano sobre su espalda y la empuje levemente al establecimiento- Wow, qué calentito se está aquí, ¿verdad?

-Sí, se está muy bien, sobre todo con una compañera como tú. –Y, tras una dulcísima sonrisa, se sientan a esperar al camarero-


Por fin en casa, después de un café no muy cargado. A la vuelta, hablaron de muchas cosas, pero también se callaron otras tantas. Por suerte dejó de llover, pero eso no fue motivo para que Adrià dejase que Alex continuase sola, caminaron juntos hasta el último tramo. ¿Qué habría pasado si se hubiese quedado en clase? No lo sabe, pero desde luego, la mañana no hubiese acabado tan bien. Ahora se encuentra tumbada en su cama, pensando, en miles de cosas como de costumbre. Piensa en Josh, en ese capullo que la confunde día sí y día también. Preferiría que jamás le hubiese dirigido la palabra, y ahora estaría, aunque fuese, un poquito menos dolida. También piensa en Oriol y en lo borde que fue con él, demasiado injusto para una persona que intenta mejorar un desastroso recreo. Mañana se lo compensará, mínimo pidiendo perdón. Pero, ¿quién ocupa la mayoría de sus pensamientos? Adrià, sin duda alguna, esa casualidad que ha hecho que la mañana fuese más amena, que ha hecho que no pillase una pulmonía. Pero ya está, debe quitárselo de la cabeza, una vez en la puerta, intercambiaron miradas y un saludo que otro, ni números de teléfono, ni mails… Nada, y es una lástima, porque le habría apetecido verle de nuevo. La puerta se abre de repente, despertando a Alex de sus reflexiones, y a decir verdad, no era la mejor manera de hacerlo.


-¿Qué quieres ahora?

-Soy tu padre, me preocupo por ti.

-¿Ah, sí? ¿Desde cuándo? Perdóname eh, es que no me he dado ni cuenta.

-Déjate de ironías, tendría que haberme puesto la dichosa gomita.

-Pues mira, no habría estado nada mal, porque prefiero no haber nacido a tener que estar viviendo con un ser tan miserable como tú.

-No voy a entrar al trapo, no he venido a discutir.

-¿A qué, entonces?

-A que me des lo que hace tiempo tu madre me daba.

-¿Perdón?


Alex da unos pasos atrás, a la vez que su padre los da hacia ella. 

sábado, 1 de febrero de 2014

  CAPÍTULO  9


El despertador ha sonado, pero Alex no le ha hecho el caso que suele hacerle normalmente. Al apagarlo no se incorporó como de costumbre, simplemente dio media vuelta y continúo con su sueño. Y es que esa mañana no tenía ganas de nada, prefería dormir y no vivir esa dura e insoportable realidad, y ya no hablemos de ir a clase. Bastante tenía con lo de su madre, con tener que estar viviendo con su padre, con haber tenido que dejar lo que más quería atrás, como para ahora comerse la cabeza con Josh, un chico que ni pincha ni corta en su vida. ¿Alguna complicación más? Ella solo esperaba y deseaba con todas sus fuerzas que no. Tres toques en la puerta y Alex se sienta en la cama. ¿Es que no puede estar tranquila un momento?

-¡Adelante!

-Buenos días, señorita.

-Buenos días, Señor Moore.

-¿Puedo pasar?

-Por supuesto, pase, pase. No necesita mi permiso.

-¿No se levanta? Va a llegar tarde a clase.

-No me hable de las clases, no quiero ir hoy.

-¿Por qué?

-Un mal día.

-Tan solo acaba de empezar… No puede huir de los problemas, es mejor enfrentarse a ellos.

-Necesito un día de descanso, simplemente eso, Señor Moore.

-No debe darme explicaciones, no le obligo a nada, señorita. Yo solo le doy consejos, quiero que esté bien.

-¿Por qué? No me conoce de nada.

-Porque sé que necesita  a alguien en el mundo que la proteja.


Alex suspira y vuelve a tumbarse en la cama. No quiere volver a oír lo sola que está. Pone la cara sobre la almohada e intenta dejar la mente en blanco, pero es absurdo. ¿Cómo se escapa de la vida? Se da cuenta de que la única persona que le hace sentir un poquito mejor, se aleja de su cuarto.


-¡Señor Moore, espere! Tiene razón, iré a clase.

-El desayuno está en la mesa.

-Comeré algo en el instituto, sino no llegaré ni a segunda hora. Gracias de todos modos. Nos vemos luego.


Mientras exponía el trabajo de historia, sentía su estómago arder. No quería tener nada que ver con Josh y no podía soportarle un segundo más. Pero como de costumbre, su tranquilidad no duraría mucho.

-Qué coño te pasa, tía.

-Josh que me dejes en paz, ¿no lo entiendes?

-¿Pero qué te he hecho?

-Mira que llegas a ser pesado.

-Anoche, anoche me trataste de pena y necesito saber qué dije.

-Respecto a eso, te pido disculpas, no hiciste nada, solo tuve un arrebato. Por favor, ahora déjame tranquila.

-No será fácil.

-Tengo que irme a francés. Ya me he retrasado unos minutos por tu culpa.

Ambos, los únicos que permanecen en la clase, recogen sus cosas en silencio y se disponen a salir del aula cuando, por desgracia de la joven, aparece su compañero de clase que tiene como afición propinar empujones.

-¿Dónde crees que vas, rarita?

-A estudiar, al contrario que otros.

-Deja de vacilarme niñata.

-Y tú deja de obstaculizar mi camino, aparta.

-A mí nadie me da órdenes.

Dani se acerca a ella pero, en un despiste, le esquiva y continúa su trayecto. No ve la hora de volver a casa, y es lo único que necesita. Maldito momento en el que decidió asistir a clase.


En la siguiente hora no puede concentrarse a las explicaciones de su profesor de informática. No puede arrepentirse más de haberse equivocado al elegir esa hora optativa, debería estar en el aula de francés. Siempre ha odiado los idiomas, pero al menos podría tenerla cerca. ¡Mierda! Solo puede verse como un estúpido, ¿por qué tendrá que importarle lo que los demás piensen? Ojalá le fuese indiferente, así podría hablar con ella en cualquier momento  y no esperar a verse fuera del horario escolar o a escondidas, tal y como ella dijo por teléfono la noche anterior. Es consciente de que ella merece algo mejor, Alex es la chica más maravillosa que ha conocido nunca, pero no podría hacerla feliz y eso es lo que le destroza por dentro.

Por fin sale al patio, pero no tiene la relajación que esperaba. Parece ser que una de las chicas de su clase, junto a sus amigas, molestan a Alex con empujones y burlas. Mira a su alrededor, hace ademán de dirigirse hacia ella para ayudarla y sacarla de ese apuro pero en el momento menos indicado aparecen Dani, César y 
Mario.

-¿Qué es ese jaleo? ¿Ya la está liando la rarita?

-Será rarita, pero tú le dabas un meneo.

-¡Cállate César, serás capullo! -Los tres amigos ríen a carcajadas, Josh solo sonríe por compromiso.-

-Vamos a echar un vistazo.

-¿Qué dices, Dani? Déjalo, para qué vamos a meternos en nada.

-¡No seas aguafiestas Josh! Acércate con nosotros, no seas nenaza.

Cuando menos miran, se ha creado un pequeño círculo de personas que rodean a Alex, que se da cuenta de la presencia de Josh y que, obligado por sus amigos, participa en ese maldito juego de humillarla. Es la gota que colma el vaso, Alex saca fuerzas de donde creía que no había y huye de ahí como puede. Aguanta las lágrimas hasta llegar a la puerta principal del instituto, por la que se va, no piensa aguantar otras tres horas más, pero alguien la detiene.

-¡Espera, espera!  -No conoce al chico, pero sabe que es de la clase que se encuentra frente a la suya, y no espera ningún acto bueno por su parte-

-¿A qué vienes? Si quieres insultarme, humillarme, o mirarme el culo como Dani y sus capullos perritos falderos, puedes ahorrártelo e irte por dónde has venido –El joven se ríe con simpatía, pero Alex no 
entiende nada-

-No tengo motivos para insultarte ni humillarte, y mucho menos para observar ciertas partes de tu cuerpo. ¡Soy gay nena!

-Pues entonces no se qué haces aquí, yo solo soy motivo de entretenimiento.

-No digas bobadas, me llamo Oriol, no hace falta que te presentes, sé quién eres y me he fijado en la mala suerte que has tenido en tu entrada al instituto. Son todos unos inmaduros, ¿sabes? Pero si quieres yo puedo…

-No necesito que nadie se compadezca de mi, puedo defenderme sola, ahora deja que me vaya.

-¡Eres muy testaruda! –Grita el chico para que Alex pueda oírle bien, ya que anda decidida en dirección contraria al instituto- ¡Ya hablaremos, yo no me rindo a la primera!


Alex, que oye perfectamente las palabras de Oriol, un chico muy majo, sonríe por primera vez en todo el día. Y es que aún no sabe las muchas más veces que podrá sonreír a partir de ahora.