CAPÍTULO 11
Alex solo puede estar confusa, en ese mismo rincón, en el
mismo sucio y oscuro rincón. ¿No irá a…? Solo puede rezar, rezar porque no sea
lo que su cabeza imagina. Quiere dar pasos atrás, pero no puede. Quiere
derribar todas las paredes que están a su alrededor, necesita huir, correr,
irse de allí inmediatamente. La respiración se le corta por momentos, y ojalá
se le cortara para siempre. ¿Quién iba a pensar que una chica como ella acabase
en una situación así?
* * * * * * * *
*
-Es una lástima que tengamos que irnos, ¡pero ha sido un
cumpleaños brutal!
-Y que lo digas Alex, y más con una compañía tan
espectacular.
-¡Que vivan los catorce! –Todos los invitados de la fiesta
aplauden y vitorean por última vez. Son casi las doce de la noche y toca irse a
casa-
-Ya nos vemos el lunes en clase, que descanses Mar, gracias
por todo. ¡Ah! Felicidades de nuevo, nena.
Las amigas se abrazan unas otras, despidiéndose así y
poniendo rumbo hacia el sitio contrario. Cris y Alex son las únicas que siguen
juntas, pero no por mucho tiempo, llegan al portal y hacen lo que de costumbre.
Un fuerte abrazo y un beso, no dos, uno, porque ellas son las mejores amigas
del mundo.
-¡Buenas noches, hablamos por WhatsApp!
-Síiiiii, conéctate. ¡Muack!
Después de lanzarle un beso, Cris sigue su camino y Alex
entra en casa. Como rutina de cada día que sale, deja su pequeño bolso en la
entradita y se dirige a la cocina a tranquilizar a su madre con su llegada.
-¡Hola, mamá! –La chica observa a su atareada madre- ¿No es
tarde para que sigas recogiendo la cocina? Anda… Ya acabo yo si quieres, tú ve
al salón con papá, debes estar agotada.
-Tranquila cariño, ya casi está. ¿Cómo lo has pasado en el cumple? ¿Todo bien?
-De maravilla, y le encantó mi regalo. Si vieras su cara…
-Me alegra, hija, pero ya sabes que no me gusta que llegues
tan tarde, tan solo tienes trece años.
-Pero estábamos aquí al lado.
-Solo te digo que te lo he permitido porque era una ocasión
especial, no te acostumbres. –Su madre muestra una sonrisa dulce y cansada y
besa la cabeza de su niña mientras sostiene un trapo verde en la mano- Ahora ve
a ver a tu padre, anda. –La niña no rechista y sale disparada hacia el salón. Su padre se encuentra sentado en el sillón grande, como siempre hace,
entretenido con la tele. Se sienta para que note su presencia y es entonces
cuando se gira hacia ella-
-Hola, papá.
-Hola, pequeña. –Su padre besa la suave frente de Alex y
vuelve la mirada al televisor, por tan solo unos segundos.- ¿Qué tal la fiesta?
-¡Genial!
-En unos meses te vemos a ti también con catorce, que mayor
te nos haces, ¿eh?
-¡Pero si catorce son poquísimos! Yo quiero tener más,
bastantes más. 16, por lo menos.
* * * * * * * * *
¿Cómo pudo cambiar tanto? ¿Cómo pudo pasar de tenerlo todo a
no tener… nada? ¿De vivir con una familia completamente feliz a vivir con un
padre que la maltrataba y que había hecho que su madre dejase de vivir? Ahora
no piensa en nada, solo quiere volver a esos trece años que tanto ansiaba dejar
atrás. Siente la presión de las manos de su padre ejerciendo fuerza sobre sus
brazos.
-¡Cuánto antes te estés quieta, antes acabamos!
-Suéltame, por favor, suéltame.
Él hace como si no hubiera oído nada y comienza a
desabrocharse el cinturón. Alex, inconsciente de sus actos, se levanta y sale
corriendo, pero su padre la agarra antes de que pueda abandonar el cuarto. Alex
se resiste y forcejea con su padre, hasta que, de buenas a primeras, le da un
rodillazo en la barriga y aprovecha para huir cuando él se agacha, retorciéndose
de dolores. Escaleras abajo, deprisa, vamos piernas, corred más rápido, más un
poco más. El miedo hace que todo su cuerpo tiemble, aún no sabe cómo se está
manteniendo en equilibrio. Puede ver la puerta, acelera un poco más y abandona por
completo la casa, pero eso no hace que se detenga. Corre sin saber en qué
dirección, sus lágrimas empiezan a caer, hacen borroso su camino, pero no se
detiene, cruza pasos de peatones, gira algunas esquinas, y cuando cree que es
suficiente se detiene a respirar. Las lágrimas no dejan de manchar sus
mejillas, no las detiene, necesita llorar, librarse de toda la presión que
siente. Se ahoga, toma aire despacio, y entonces mira a su alrededor. Está en
el barrió por el que aquel chico del paraguas la acompañó a casa. Se sienta en
la acera, piensa en todo lo sucedido y no puede creérselo, ¿de verdad ha
pasado? ¿Es completamente en serio? Cierra los ojos y deja que una ligera brisa roce todo su cuerpo. Respira profundamente, sintiendo sus pulmones
llenos, sintiendo la calma. Limpia sus lágrimas aún confundidas, y controla
algunas más que estaban por salir. Se levanta despacio y pone rumbo a cualquier
parte, a cualquiera menos a una, su casa.
Está muy claro que hoy la ha liado pero bien, de esta Alex
no le perdona. Desaprovechó su oportunidad de la manera más tonta e inadecuada
que podría haber habido. Desde que habló con ella por WhatsApp no ha dejado de
leerla, aunque la verdad no es que hayan acabado muy bien. Se fija, por cuarta
o quinta vez, en su última conexión. ¿Qué estará haciendo? ¿Por qué no se
conecta? Igual ha salido con un chico, igual su novio. ¿Tendrá novio? Hasta
ahora siempre ha creído que no. Se quita esas ideas de la cabeza antes de
acabar más desanimado de lo que está. Desbloquea de nuevo el móvil y… ¡Está en
línea! ¿Le habla? Había decidido que así sería cuando ella estuviese conectada,
pero ahora no se atreve, algo le detiene, ¿qué le pasa? Última conexión: 17:52, vuelve a bloquear el móvil, maldito
cobarde.
Guarda el teléfono en su bolsillo vaquero, no ha sido lo
suficientemente capaz de mandarle ese mensaje a Josh. No quería rebajarse a
pedirle ayuda después de la humillación que había sufrido. Sigue andando hasta
que se da cuenta de algo, y sonríe, sonríe mucho. Mira el letrero, claramente
es la cafetería donde tomó café con Adrià. Decide entrar, total, tampoco tiene
donde ir. Se sienta en la primera mesa que pilla y espera la llegada de la
camarera. Oye una risa que le resulta familiar y, por eso, se gira
disimuladamente, o al menos así lo cree ella, nunca se le dio bien ser
discreta. No puede creerlo, es él. Está viendo al rubio universitario sentado
un par de mesas detrás de la suya, pero, algo la descontenta. Ríe a carcajadas
con una despampanante rubia, y no le sienta bien. ¿Por qué? No tiene derecho.
Intenta volver a su posición, pero no puede, le gustaría ser esa rubia.
-Disculpe, señorita, ¿qué desea tomar? –La camarera hace que
Alex reaccione, ella pide exactamente lo mismo que tomó hace no mucho tiempo-
En unos minutos estará listo. –Esboza una amplia sonrisa y se va hacia la
barra, moviendo la coleta de un lado a otro debido a su rapidez al andar. Ella
piensa en girarse de nuevo, pero decide controlarse- Tenga, su pedido, si
necesita cualquier otra cosa, dígamelo.
-Sí, claro, ¿puede darme la cuenta?
-La verdad es que esto ya está pagado.
-¿Cómo has dicho?
-Alguien como tú no pasa desapercibida ante mis ojos. –Esa
voz que suena en sus espaldas, esa voz que eriza su piel. La camarera ya se ha
marchado, lenta y solo lentamente, ella se gira-
-Oh… Adri… Adrià, no te había visto.
-¿Segura? Porque se pilla antes a un mentiroso que a un cojo, ¿lo sabías?
-¿Por qué has tenido que pagar esto? No es justo.
-Encantado de volver a verte yo también, eh.
-¡Contesta!
-Me apetecía. ¿Te ocurre algo? Tienes mala cara. –Alex se
sonroja y se tapa-
-Ah, ¿sí?
-Sí, pero no te preocupes, sigues igual de guapa. –Va a
explotar, ahora se ha puesto más roja aún, si es posible…-
-No quiero entretenerte más, esa chica debe de estar
enfadándose por estar conmigo y no con ella.
-¿Quién? ¿Esa? Está harta de verme por casa.
-Ah, perdón no sabía que vivías con tu…
-Hermana, es mi hermana. Y junto a otro chico, también es mi
compañera de piso. Ya sabes, universitarios… Es nuestra cafetería favorita y
hemos venido a tomarnos un descanso de los estudios.
-No tienes que darme explicaciones, tú puedes hacer lo que
quieras. -Y no, no tenía que darle explicaciones, pero ahora, gracias a su justificación, ella respira aliviada-
-Solo quiero que no te hagas ideas equivocadas. Vente, ven a
sentarte con nosotros, le caerás bien.
-No sé si debería.
-Oh, ya claro, es mejor estar sentada sola. -La ironía
también se le da bien al chico, que, ante el silencio de Alex, coge su taza y
se la lleva, sin decir palabra, sin más-
-¡Ehhhhh! Devuélveme eso.
-Ven aquí a por ello. –Otra vez sonrojada, cómo odia esa
situación. La hermana ríe divertida, sin maldad, y quita su bolso de la silla
que quedaba libre al ver a Alex dirigirse hacia ellos, para que pueda sentarse-
Así me gusta, obedeciendo.
-Todavía puedo largarme. –Contesta ella con cara de pocos
amigos, muy pocos amigos-
-No te enfades, quejica. Judit, esta es Alejandra, una
amiga.
-Alex, por favor.
-Eso, Alex.
-Ya había oído hablar antes de ti, encantada.
-Igualmente, Judit.
-Tengo que irme, chicos, nos vemos luego en casa Adrià.
Portaos bien. ¡Chao!
Y es que la verdad no es que tuviera prisa, sino que Adrià
le había suplicado que les dejase solos. ¿Por qué? Aún no lo sabe, aún no lo
entiende. Solo cree en las casualidades, ¿o en el destino?
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