CAPÍTULO 10
Un
mensaje de WhatsApp hace que deje el batido de chocolate que se estaba tomando
sobre la mesa de la cafetería en la que se ha sentado.
¿Dónde
estás? ¿Por qué te has ido?
¿Qué por qué me he ido? No sé, Josh, quizá el trato que he recibido en el
recreo ha tenido algo que ver, ¿no
crees?
Alex… Lo siento, lo siento mucho.
Tú no sientes
nada, si lo sintieses, ni si quiera habrías hecho algo así.
Alex, créeme por favor, no volverá a pasar.
Lo siento, Josh, no puedo ser amiga de alguien que me trata de maravilla
a escondidas pero que me tira piedras en público.
Guarda el móvil sin obtener
respuesta, aunque tampoco la quiere. Un
último sorbo y acaba su delicioso batido, una lástima, estaba riquísimo. Todavía
queda una hora para que acaben las clases, pero tiene claro que por hoy no
volverá, y de ir mañana también lo está dudando. Cómo echa de menos a su mejor
amiga, a sus compañeros de clase, tan alegres, tan amables, tan comprensibles…
No sabe qué ha hecho para que la humillen de esa manera en el instituto, solo
quiere tener la oportunidad de retomar sus estudios, de retomar su vida. ¿Por
qué tan mala suerte? Paga el batido y se va. El viento da de lleno en su cara,
despeinando su trabajado pelo. Mierda, no hay cosa que le dé más rabia. Pero
todavía hay algo peor, siente que unas gotas caen sobre su frente, desearía que
fuese imaginación suya, pero pronto se da cuenta de que está empezando a
llover. Genial, y ella sin paraguas y a no se cuanta distancia de casa.
Mirándolo por el lado positivo, igual se resfría y tiene excusa para no asistir
a clase. Cada vez llueve con más intensidad y hace más viento. Tiene mucho frío
y en apenas cinco minutos ya está empapada. Empieza a correr, pero debe
detenerse en un paso de peatones, la espera a que el muñequito rojo se tiña de
verde se hace eterna, pero por suerte las gotas dejan de caer sobre ella, pero,
¿qué raro? Aún puede ver como sigue lloviendo. Mira hacia su lado y ve a un
tipo joven cubriéndola con un paraguas marrón.
-Vas a pillarte un buen
catarro. –Dice el chico casi rubio mientras sonríe de una manera muy dulce y
sincera-
-No me importaría en
absoluto.
-¿Dónde vives?
-¿Perdona? –Contesta ella
con asombro, e incluso con un toque ligero de genio, ante la directa pregunta
del muchacho-
-No me malinterpretes, es
para llevarte, no puedo permitir que te vayas sola y con este temporal, además este
barrio no es adecuado para ir sin compañía, ¿lo sabías?
-Tú vas solo…
-Sí, pero soy un chico, y algo mayor que tú. Por cierto, ¿no deberías
estar en clase?
-¿Eres mi padre ahora?
-Para nada, de hecho yo
debería estar en la universidad, pero no me apetecía seguir encerrado y me he
ido.
-Pues ya somos dos.
-Entonces, ¿puedo
acompañarte?
Ella no contesta, solo se
encoge de hombros. Mientras hablaban, el semáforo se puso verde, es ahora
cuando se dan cuenta y es ahora cuando cruzan. El chico sigue protegiendo su
cuerpo de las fuertes gotas de agua, cosa que hace que Alex se extrañe y su
acompañante puede llegar a notar.
-Es que, si no contestas, me
lo tomo como un sí.
-¿Y cómo sé que no eres una
mala persona que quiere hacerme daño?
-Porque si hubiese venido
con malas intenciones, habría actuado desde el principio en vez de haberte
resguardado de la lluvia. Puedes fiarte de mí, pero solo si quieres.
-Está bien, está bien. Pero
no pienses que lo tienes tan fácil.
-Bueno, por ahora no me has
echado de tu lado, algo es algo… -Se toma unos segundos para que la atractiva
jovencita conteste, pero decide seguir hablando al darse cuenta de que ella no
tiene la mínima intención de pronunciar palabra- Dime, ¿cómo te llamas?
-Alex.
-¿Alex?
-Sí, de Alejandra, pero si
me llamas por mi nombre completo puedes morir. –La contestación hace que él ría, divertido-
-Yo me llamo Adrià,
encantado.
-Bonito nombre.
-Alejandra también lo es.
-¡Oye te he dicho que…!
Las carcajadas del
universitario saca también la sonrisa de Alex, que se siente bien en su
compañía.
-¿Quieres tomar algo? Aquí
sirven un café exquisito y seguro que te vendría bien.
-Oh no no, hace poco me tomé
un batido y, además, ya no me queda dinero.
-¡Pero si pago yo! Venga, te
vendrá bien algo calentito.
-Que no, de verdad, estoy
bien y… -Un estornudo, tras otro, hacen que Adrià ponga la mano sobre su
espalda y la empuje levemente al establecimiento- Wow, qué calentito se está
aquí, ¿verdad?
-Sí, se está muy bien, sobre
todo con una compañera como tú. –Y, tras una dulcísima sonrisa, se sientan a
esperar al camarero-
Por fin en casa, después de
un café no muy cargado. A la vuelta, hablaron de muchas cosas, pero también se
callaron otras tantas. Por suerte dejó de llover, pero eso no fue motivo para
que Adrià dejase que Alex continuase sola, caminaron juntos hasta el último
tramo. ¿Qué habría pasado si se hubiese quedado en clase? No lo sabe, pero
desde luego, la mañana no hubiese acabado tan bien. Ahora se encuentra tumbada
en su cama, pensando, en miles de cosas como de costumbre. Piensa en Josh, en
ese capullo que la confunde día sí y día también. Preferiría que jamás le
hubiese dirigido la palabra, y ahora estaría, aunque fuese, un poquito menos
dolida. También piensa en Oriol y en lo borde que fue con él, demasiado injusto
para una persona que intenta mejorar un desastroso recreo. Mañana se lo
compensará, mínimo pidiendo perdón. Pero, ¿quién ocupa la mayoría de sus
pensamientos? Adrià, sin duda alguna, esa casualidad que ha hecho que la mañana
fuese más amena, que ha hecho que no pillase una pulmonía. Pero ya está, debe
quitárselo de la cabeza, una vez en la puerta, intercambiaron miradas y un
saludo que otro, ni números de teléfono, ni mails… Nada, y es una lástima,
porque le habría apetecido verle de nuevo. La puerta se abre de repente,
despertando a Alex de sus reflexiones, y a decir verdad, no era la mejor manera
de hacerlo.
-¿Qué quieres ahora?
-Soy tu padre, me preocupo
por ti.
-¿Ah, sí? ¿Desde cuándo?
Perdóname eh, es que no me he dado ni cuenta.
-Déjate de ironías, tendría
que haberme puesto la dichosa gomita.
-Pues mira, no habría estado
nada mal, porque prefiero no haber nacido a tener que estar viviendo con un ser
tan miserable como tú.
-No voy a entrar al trapo,
no he venido a discutir.
-¿A qué, entonces?
-A que me des lo que hace
tiempo tu madre me daba.
-¿Perdón?
Alex da unos pasos atrás, a
la vez que su padre los da hacia ella.
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