CAPÍTULO 13
-Señor Moore, le aseguro que encantada me quedaría más
tiempo con usted, pero no puedo. No… No me atrevo. –Dice lo último casi en un
susurro. Porque a veces los susurros esconden miedo-
-No se preocupe por nada. Tiene mi número. Andando.
La pareja pone su
camino hacia la salida, pero Alex se queda helada, paralizada, al ver una
figura acercándose a la verja. No puede ver con claridad quien es, pero espera
que no sea quien ella imagina. Mira a Adrià esperando que la salve. Su cabeza
divaga y sueña: ‘’¿No eres tú mi héroe?
Saca la capa y llévame volando lejos, lejos de aquí’’. El timbre la despierta
de sus imaginaciones, pero no hace que reaccione. Al Señor Moore, sin embargo,
sí.
-Respire tranquila, solo es un chiquillo. Váyase antes de
que llame alguien peor.
Abre la puerta mientras el rubio universitario sigue su paso
sin entender nada. Ahora la figura es clara, más que clara, y no puede ser. Él.
El corazón de Alex se encoge, o bombea más rápido, aún no está segura. ¿Se
alegra de verle? Imposible, es un imbécil. Pero en ocasiones, los imbéciles
enganchan.
-¿Qué demonios haces tú aquí? –Adrià observa perplejo la
escena, observa perplejo a ese crío al que le queda mucho por aprender. Josh
tampoco le pierde ojo-
-No has venido a clase y después de lo de ayer… Me he
preocupado. ¿Es por mí?
-¿Perdona? Tú no influyes en si voy o no voy al instituto,
me eres indiferente, y yo para ti igual. Ya ha quedado bastante claro. Puedes
decirles a los profesores que no voy a volver. Ahora, con tu permiso… -Intenta
seguir su camino, pero el joven no se da por vencido-
-Oye, te ha dejado claro que la dejes en paz, no me hagas
intervenir.
-¿Y este rubio de dónde ha salido y quién se cree que es?
-Josh, no provoques, no remuevas más las cosas. Tan solo
déjame ir.
‘’Déjame ir. Déjame ir. Déjame ir’’ La frase se repite una y
otra vez en su cabeza mientras ella desaparece. Se va, se esfuma, con él.
‘’¡No! No voy a dejarte ir. Jamás te dejaré ir’’ Un grito que se queda en el
silencio. ¿Y si ese grito hubiese cambiado algo? Es tarde para preguntas, tarde
para respuestas, tarde para devolver el tiempo atrás. No llueve, pero para él
es como si algo parecido ocurriese en su interior. Quizás él tampoco debería ir
a clase. ¿Qué haría con su mesa vacía? ¿Qué sentido tenía si ahora ella no
estaba? En otra situación solo tendría que haber cogido su lista interminable
de números de chicas y haber marcado cualquiera de ellos, saciarse, y luego si
te he visto no me acuerdo. Con ella no era así. Llamar a otra le pondría
incluso peor, no funcionaría. Pero hay un número que aún le sigue manteniendo
viva la esperanza, y es que si algo caracteriza a Josh, es su fuerza de
voluntad para conseguir lo que se propone y no rendirse hasta tenerlas.
Han pasado del desayuno en la cafetería. Ella no se sentía
bien y solo quería volver a casa. Con él. ¿O sin él? A casa. En los ojos de
Adrià podía verse aún la rabia, quizá no había asumido toda la información
recibida sobre quién era ese chico y su actitud con Alex. Pero sobre todo se
veía rabia en él porque no quería tener un rival, Alex debía ser suya desde el
primer momento en que la vio y de nadie más. Pero, ¿y Alba? No había tiempo de
pensar en Alba ahora. Cierra los ojos al sentir una caricia preocupada en su
mejilla por parte de Alex, se relaja, se calma, ahora solo se ve amor en sus
ojos. Objetivo conseguido, no sabe cómo, pero ella notó que algo no iba bien.
Ahora es él quien se encarga de la situación, y es que ya no aguanta más.
Agarra su cintura y la aprieta contra él. Despacio y tranquilo, porque no hay
prisa. Huele su perfume, que se impregna en la ropa de él, o el suyo en la de
ella. Aparta su pelo hacia atrás, dejando ver con claridad su ligero escote y
su cuello dulce. Agarra su barbilla y la sube, sin perder el contacto visual.
Quiere besarla, y va a hacerlo, sus labios cada vez están más cerca, los de
ella se entreabren. Parecen llamarle. ‘’Bésame. Bésame’’. ¿Se lo está diciendo
o lo está imaginando? Se acerca un poco más, pero se ve interrumpido por la
puerta del ascensor que necesita abrirse. No es problema, hay más pisos, más
donde bajar o donde subir. Y se quedan así, en la intimidad de un ascensor, probando
a qué saben sus labios, a qué saben sus lenguas. La pasión acaba cuando una vecina decide tomar
el ascensor sin pedir permiso. Pillados, risas confidentes, deseo de más.
Terminan por subir hasta el piso correspondiente con la mirada de la vecina
clavada, y ambos creen leerle el pensamiento. ‘’Estos adolescentes de hoy… ¡Ya
no respetan nada, se aman en cualquier parte’’. Señora, el amor está para eso,
para amarse en cada rincón del planeta.
Pasan los días, incluso los meses. Las manos de Adrià y de
Alex se unen cada vez más veces, sus labios se encuentran de vez en cuando, y
pasan más tiempo abrazados. Siempre es por el frío, maldito invierno que te
hace depender de alguien que te abrace, o de alguien que te ame. ¿Es frío? ¿Es
amor? Alex vuelve a sentarse en la cama, otra noche de insomnio, otra noche
helada. Vuelve al salón por quinta vez, no ha llegado, esta noche se queda sin
recibir su dosis de calor. Sonríe. Y ojalá estuviera él para ver su sonrisa.
‘’Adrià, vuelve, te necesito cada noche conmigo…’’
-¿Estás bien?
-Oh, hola Judit, si si, todo bien.
Y cuantas veces habrá mentido.
Y cuánto le necesita consigo.
Estar mal no es estar bien. Sonreír no es ser feliz.
Adrià…
-¿No puedes dormir, eh?
-Es difícil. Como casi todo. –Judit se sienta en el sofá y
Alex decide acompañarla, entonces se abrazan, como hermanas, como confidentes-
-Volverá.
-¿Perdona?
-Mi hermano. No tardará en venir.
Y quizás no tardase en venir, pero, ¿y en irse?
Apenas han pasado dos meses y no se ha atrevido a mandarle
un triste mensaje. ¿Por qué tiene que cargar él con toda la culpa? Ella no se
ha interesado. Ella está con otro. Ella es feliz. Feliz. Sin él. ¿Y él? Nada.
Triste, porque ella no está. Maldito amor, maldito corazón y maldito todo. ¿Por
qué? ¿Por qué él? ¿Es una lección? ¿Le toca sufrir lo que ha hecho sufrir? Pues
es una buena manera de pagarlo. Vuelve a mirarse al espejo, se ve cambiado, no
irreconocible, pero cambiado. Y ojalá ella estuviera para presenciarlo. Otra
vez no. ¡Olvídala! ¡Olvídala! Pero no puede. No puede ni olvidarla ni tenerla.
Josh sale a que le dé el aire, porque no le importa el frío, o porque hace como
que no le importa.
La llave entra en la cerradura y abre la puerta, haciendo el
ruido que Adrià pretendía no hacer. Por suerte, ambas duermen, y su hora de
llegada solo la conoce el amanecer. Y su compañero de piso que acaba de
levantarse.
-¿Sabes que es hora de levantarse y no de irse a dormir?
-Cállate, y de esto ninguna palabra.
-¿Y estas pintas? ¿Debo tragarme que has estado estudiando?
-Oriol, déjame en paz.
La propuesta de Alex de aceptar a Oriol como compañero de
piso después de que su amigo les dejase empieza a parecerle incorrecta. Pero si
quiere pagar el alquiler… Todo fue de casualidad, hace un mes, Alex topó con un
anuncio donde un chico sencillo, tal y como ponía en el panfleto, buscaba piso
porque necesitaba sentirse libre. No dudó en comunicárselo a Adrià, estaba en
deuda con él y no había manera mejor de compensarle. Desde entonces, son muy
buenos amigos, casi como hermanos, y por eso teme que no le guarde el secreto
de la hora de su llegada, como hará el amanecer.
-Que seas guapo no te da derecho a hablarme así. A ver, por
qué no debería contarle esto a Alex.
-Porque vas a hacer que piense lo que no es, y ni tú ni yo
queremos que sufra, ¿verdad? Pues cierra la boca.
Oriol pone los ojos en blancos, hace un gesto de muñeca
mostrando indiferencia y un poquito de superioridad y se marcha a la cocina.
Este chico tiene unas cosas muy raras, pero comprende a Alex, porque si Adrià
fuese gay, él ya le habría echado las zarpas encima. Una cucharada de cereales
tras otra, qué aburrido es desayunar solo. Pero al menos ya es libre e
independiente. Coge camino al instituto y decide que su silencio se sumará al
del sol. O eso cree.
El despertador suena. Ve tan ridículo poner la alarma cuando
ya ni si quiera va a clases… Pero así al menos sigue teniendo parte de su
rutina, una rutina que la despierta dos horas más tarde de lo que solía
hacerlo, pero rutina al fin y al cabo. Se levanta y corre decidida al
sofá-cama, sabiendo que ya estará ahí. Destapa al recién llegado y se acurruca
con él sonriendo. Huele a pijama limpio, a perfume que enamora.
-Buenos días, empollón. –El chico aplicado abre los ojos,
aunque no le cuesta mucho, porque apenas hacía media hora que los había
cerrado-
-Oh, contigo aquí sí que son buenos días.
-¿Y cómo son las noches sin mi?
-¿Perdona?
-Antes estabas siempre, luego casi siempre, y ahora casi
nunca.
-Ya sabes que tengo los exámenes finales, amor.
-Odio los finales.
Adrià atrae a su chica hacia él, y se quedan así, abrazados,
sintiendo el tiempo pasar y a la vez detenerse. Besándose. Como si nunca más
pudiese probar sus labios. Como si se la escapase. ¿Tenía la sensación de que
se le escapaba o simplemente estaba asustado? Dicen que cuando haces las cosas
mal, imaginas que todo va mal por el simple sentimiento de culpa. Dicen que cuando
haces las cosas mal, la vida te lo devuelve aún peor.
Fui la visita Nº 8000 *-* me encanta, sigue escribiendo!
ResponderEliminarOhhhh! Comentarios así son los que me animan a seguir, muchísimas gracias y que sigas disfrutando
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