martes, 28 de enero de 2014

 CAPÍTULO  8


Llama al timbre después de seguir la dirección que Josh le pasó por mensaje. Suspira. Vaya palo que su madre haya tenido que salir, dejando a su compañero al cargo de sus hijos menores. Realmente se siente mal, pero podría sentirse peor si supiera que todo estaba planeado.

-¿Quién es? –Contesta una voz masculina, perfectamente reconocible, al otro lado del telefonillo-

-¿Quién va a ser? ¡Yo! ¡Alex!

-Ah, es que como llegas puntual y no con diez minutos de retraso…

-Mira que doy la vuelta y me largo.

Ninguna respuesta, solo el sonido que indica que empuje la puerta para abrirla, cosa que hace rápidamente. Entra en el ascensor y pulsa el botón número tres, deseando que el camino se alargue, pero no puede estar ahí metida eternamente. Se acerca a la puerta y justo cuando va a tocar el timbre, la puerta se abre, dejando ver a un chico algo despeinado, con cara de desesperación y un manchurrón de rotulador azul en una de sus mejillas. Alex se echa a reír a carcajada limpia, sin poder parar, y es que ver a Josh, un supuesto tipo duro, con esas pintas, es lo mejor que le ha pasado en toda la tarde.

-¿De qué te ríes?

-¿Tú te has visto la cara?

-Soy una belleza, si es lo que estás cuestionando.

-¡No tonto! Mírate a un espejo.

-Vale, pero antes pasa, ¿o quieres quedarte ahí fuera todo el tiempo?

-No estaría mal.

La chica se sienta en el pasillo, dejando con asombro a Josh, que pensaba que después de sus palabras entraría en casa. ¡Menuda testaruda está hecha!

-Al final va a ser verdad eso de que eres rara… Entra por Dios.

Alex sigue el camino que lleva hasta la habitación de Josh, que grita a sus hermanos por el estropicio que han hecho en su perfecta cara. Alex se ríe y los pequeños la imitan.

-Chsssss. Que no nos oiga o se enfadará.

-¿Y tú quién eres?

-Una compi de clase.

-¿Y qué haces aquí?

-Tengo que hacer un trabajo. Un rollo, vamos.

-Mi hermano sí que es un rollo –la joven no puede evitar soltar una leve risa-

-Venga enanos fuera de aquí, tenéis los dibujos puestos en la tele, así que vamos, andando –Los pequeños obedecen y se van de la habitación del hermano, despidiéndose de Alex con la mano y una sonrisa- Lo siento si te han molestado.

-Para nada, son muy graciosos.

-¡No! ¡Mira mi cara! No se quita, y eso que he refregado fuerte. ¡Explícame cómo voy así mañana a clase!

-Puedo intentarlo si quieres, no creo que sea tan difícil.

Ambos van al baño, él se sienta en un taburete, esperando que actúe la experta. Alex coge un poquito de jabón y se lo extiende con cuidado por la mancha de rotulador, pendiente de que sus ojos estén a salvo. Se moja los dedos para conseguir algo más de espuma y algunos minutos después, manda a Josh a aclararse. Ya casi ni se nota, a no ser que te acerques demasiado, no se percibe.

-Muchas gracias Alex, eres increíble.

Y esa locura que controló en su momento, la comete ahora. Alex se ve envuelta en los brazos de Josh, que deja de achucharla cuando nota cierto rechazo de la chica.

-Joder, no vuelvas a hacer eso, estoy aquí por el trabajo, ¿recuerdas? ¿Desde cuándo los compañeros de clase se abrazan? No tenemos esas confianzas ni somos amigos, y si nos estamos viendo es porque tengo tan mala suerte que me ha tocado ponerme contigo en el trabajo.

-Pensé que te caía bien. Tía es que eres un muermo, estoy poniendo todo de mi parte para que esto salga bien y tú solo pones pegas.

-¿Y qué es esto?

-Yo que sé, olvídalo, vamos a hacer el trabajo que para eso estas aquí.


Después de tres horas y media de intensa tarde de estudio, Alex llega a su casa agotada. Ninguno se volvió a dirigir palabra alguna a menos que fuera del tema de la Guerra Fría. Estaba claro que no soportaba a Josh, pero reconoce que se ha pasado hablándole así. Nunca antes había sido tan borde, pero es que nunca antes se había visto en una situación como la que está viviendo ahora. Sube a su cuarto a dejar las cosas, la casa está en absoluto silencio, un silencio aterrador. Coge una toalla limpia y un pijama, acto seguido se mete en la bañera. Necesita relajarse, desconectar, pero ha perdido práctica. Su baño dura diecisiete minutos, siete más de lo que suele durar siempre, pero lo necesitaba. Al salir, seca su castaña melena y la recoge en un sencillo moño, después se tira en su cama y coge unos de sus libros preferidos. Se dispone a retomar la lectura cuando su móvil suena, se levanta tranquila al pensar que es un mensaje, pero acelera el paso al notar que es insistente, como una llamada. Sin tiempo a saber quién es, descuelga.

-¿Diga?

-Josh al habla.

-Josh, qué quieres, ya hemos acabado el trabajo, no tenemos más que decirnos.

-Solo quiero saber porqué me tratas así.

-¿Así cómo?

-¡Cómo si te hubiera hecho la vida imposible!

-Josh, nuestro primer encontronazo no fue bueno. No me llevo bien con nadie de la clase y estoy harta de que digan que soy la rara. Tú también lo piensas, ¡si hasta te alejas de mi en público por miedo al qué dirán!

-Pero… Quiero que seamos amigos.

-¿Y qué clase de amigos seríamos si tuviésemos que ocultarnos para vernos o, simplemente hablar? No sé qué te ha dado conmigo, pero no soy nada del otro mundo.

-Tienes razón, soy un idiota y te pido perdón.

-Olvídalo, nosotros no tenemos nada, no tienes que pedirme perdón, no tienes que poner tanto empeño.

-Pero quiero disculparme.

-Disculpas aceptadas, ¿de acuerdo?

-¿Te apetece que nos veamos mañana?

-No.
-Al final va a ser verdad que estamos hechos para no soportarnos, tía que maleducada, tienes que tener a tu 
madre harta.

-Olvídame, definitivamente… ¡PUEDES IRTE A LA MIERDA!



Alex cuelga, no puede culpar a Josh por sus palabras, él no sabe nada de lo ocurrido, pero le ha salido así y no ha podido contener el impulso. El teléfono vuelve a sonar, pero esta vez lo deja tal y como está. Otra vez vuelven las lágrimas. Cómo echa de menos a su madre, cómo le gustaría poder abrazarla, decirle cuánto la quiere, sentirse mimada… Mierda, en ese momento solo quiere desaparecer, dejar de sentir. 

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